Qué raro es eso de asentar las cosas.
Es extraño acostumbrarse a malestar y enterarte luego, cuando esperas ese sentir y aparece de repente calma.
Y es curioso, porque una parte de ti busca de nuevo ese malestar, pero no porque lo anhele, sino porque en realidad es lo conocido y parece casa.
Y sabes que toca reaprender y acoger a esa calma desconocida, y eso es lo extraño, porque sabes que está bien así que la respiras para darle un lugar, y tomas pausa.
Pero la mente no entiende ese eco que hace el silencio de la calma y busca excusas, y te hace preguntas y la pone en duda buscando hacer ruido, para no hacerla hueco, porque le incomoda su silencio.
Pero cuando acaba, aparece de nuevo la calma. Y cuando esto pasa, y no digo una vez, sino varias, empiezas a darte cuenta que ese malestar ha dejado de ser sostén: y que la calma, sin buscarla, empieza a hacer hogar donde creía que había casa.
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