El cuadro

Camino por el lóbrego pasillo. Ninguna ventana en sus paredes rompen su monotonía, ninguna estructura desdibuja su largo trayecto. Lo sigo curioso, insistente por ver a donde me lleva. Tan solo los puntos de luz artificial en el techo me guían, indican que puedo continuar avanzando, hasta lo que parece ser una puerta, de la que sale un resplandor. 

Inquieto por descubrir el hallazgo, al final llego al umbral, despacio, me aproximo a una sala en la que hay un cuadro colgado en la pared. Es enorme, ocupa casi todo el espacio. Me quedo absorto frente a él mirándolo: los colores, el trazado del pincel, las texturas. Es hipnótico, magnético, ilumina la habitación a pesar de estar a oscuras. Acerco mi mano para sentir el tacto del lienzo, la rugosidad de los pigmentos y no toco nada, no hay fondo, mis dedos trascienden la obra, la atraviesan. En un respingo saco el brazo asustado mirando mi mano como si no la reconociera. El cuadro me llama. 

Giro la cabeza, tras de mí, el pasillo se extiende en su penumbra. Ante mí, un mundo desconocido me invita a cruzar al otro lado. Sin pensarlo, levanto el pie y sorteando el marco avanzo hacia la pintura que tengo delante desapareciendo por completo. 

En el camino arbolado del paisaje podían apreciarse unas pisadas humanas.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: