Es lo que tiene subir a la montaña a emborracharse, siempre es una mala idea.
No soy profesional de casi nada, pero aun menos de subir montañas. No lo soy, no quiero serlo y ni siquera quiero parecerlo (ni padecerlo). Así que no me compré las botas adecuadas.
Subir en playeras me pareció más acorde con mis pretensiones y mis límites.
La idea era ir sola. Acompañada de mi siempre activa mente que no para de contarme cosas. Y allá que me fui con mi coche, de día y con los malditos bastones con los que me tropiezo cada dos por tres por mala coordinación.
La paradoja era ir a la montaña más difícil para llegar andonde me cansara así fueran los primeros 500 metros.
Pero las playeras me sorprendieron y me llevaron poco a poco. A mi ritmo. Como iba sola conmigo y me tengo una gran compasión, solo hacia que animarme y decirme cosas bonitas, sin exigencias. Me dejaba descansar y sacar fotos a las piedras y a las flores y a las avispas y a mis playeras y a mi misma sin que nadie me tuviera que esperar.
Si había que respirar se respiraba, si había que parar, se paraba y si había que bajar el ritmo, se paraba, porque no había que llegar a ningún sitio ni a ninguna hora. No había que hacerlo de ninguna manera.
No lo he contado, pero en la mochila llevaba dos cervezas. Últimamente sufro ansiedad con más intensidad que de costumbre y la cerveza me ayuda a sobrellevarla. Hace tiempo tomaba tranxilium, pero la cerveza es mejor. Me quita la ansiedad y me desinbibe lo suficiente para ser más yo misma que de costumbre, decir lo que pienso y siento con asertividad y dulzura.
En playeras y borracha con dos cervezas, a 1000 metros de altitud. No me había sentido tan bien en mucho tiempo. Ver la montaña y el mar desde arriba me hacía tomar perspectiva de que tampoco soy tan importante. Afortunadamente.
En un momento de exaltación de la libertad decidí dormir allí. Así vería en atardecer y el amanecer. No tenía telescopio, pero entre lo que veía y me imaginaba podía ver mucho más allás que el más potente de ellos.
Ay del infinito, ay de las malditas estrellas y vias lácteas y agujeros negros. Ay de las cervezas y los ruidos de la noche, ay del mar al atardecer. Fueron mi perdición.
Nunca volví.
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