Tarde de verano

Me asomé al agujero infecto. Era agosto y el calor adormecía las ganas de cualquier cosa que no fuera beber agua. Las caras tenían todas la misma fisionomía, delgadas, pómulos marcados y caras de terror y dignidad se entremezclan en todos aquellos cuerpos allí presentes. Las moscas ya hacían acto de presencia y comenzaban su cometido en aquellas personas anteriormente incólumes y en ese momento solo masas inertes y fofas dispuestas en aquella fosa común inmunda y perdida de la mano de Dios. Cuando me iba a dar la vuelta para marcharme asqueado, reconocí aquella cara que días antes había visto actuando en un teatro de barrio para los niños. Creo que se llamaba Federico García Lorca. Me dio una pena terrible, pensé en la razón que habría llevado a acabar con aquel escritor que yo tenía entendido que no había hecho nada a nadie jamás. Me dieron ganas de vomitar, de pronto fui consciente de donde estaba, de lo que había pasado allí, probablemente hacía pocas horas, y salí corriendo sin mirar atrás. Era de 19 de agosto de 1936 y por primera fui consciente de lo que significaba estar en guerra.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: