Aquella reunión de Discord sobre literatura parecía igual que cualquier otra del estilo: risas, anécdotas y comentarios interesantes sobre el bello arte de escribir. Eramos doce personas en pantallas pequeñitas y una de aquellas pantallitas era la de Raquel, que estaba hablando del estilo de Juan Rulfo cuando la pantalla se puso negra y se oyó un grito. Hubo lo que debieron ser cinco segundos, pero para nosotros fue una eternidad, de un silencio inquietante e incapacitante del que nadie podía salir hasta que alguien dijo: ¿Raquel, estás bien? De pronto en la pantalla negra de Raquel, apareció de nuevo la cara de nuestra compañera, pero algo parecido al alma ya no era la misma. No sabría muy bien explicar qué era exactamente, pero aquella persona no era la misma que estaba hablando del estilo de Juan Rulfo hace solo unos segundos. Ella comentó que había surgido un problema en la cocina y tuvo que salir rápido a solucionarlo. Todo ello hubiera estado bien, si no fuera porque había sido demasiado poco tiempo y por una cosa más, Raquel se estaba desdibujando delante de nosotros. Frente a las once personas, lo que antes era una más estaba desapareciendo, al principio de manera bastante imperceptible, hasta que prácticamente desapareció ante nuestros ojos sin que dejara de responder igual que una autómata hasta el final, cuando en la pantalla cuadrada solo había una silla de gamer. 

A día de hoy nadie sabe nada de Raquel. No ha vuelto a escribir ni ha vuelto a ponerse en contacto con nadie. No sabemos si aquel día fue el último de su vida o su primer día en cualquier otro lugar. Tampoco hemos vuelto a hacer una reunión de Discord, quizá no tiene sentido, pero que una persona se minimice en minutos hasta que deja de existir tampoco lo tiene, al menos en esta realidad.