Para la civilización Azteca, los hongos eran “carne de dios”.
Quinientos años después, viene un tipo llamado Peter Higgs, que va y le presta su nombre a una partícula fundamental, que además posee el sobrenombre de “partícula de dios”.
¿Qué ha pasado para que en quinientos años pasemos de utilizar el nombre de dios para denominar a la experiencia de un viaje psicodélico con Psilocybe Aztecorum, a utilizarlo para nombrar a un cuanto, que no posee espín, carga eléctrica o color, es muy inestable y se desintegra rápidamente?
Os lo digo yo: Nos vamos a la mierda.
La vida media del Bosón de Higgs es de un zeptosegundo, que es una miltrillonésima parte de un segundo.

Me resulta poético porque eso es lo que somos dentro de la eternidad del universo, una fracción de tiempo imperceptible.
Y ahora venme tú con tus problemitas.
Háblame de la hipotequita, el trabajito o el IPC, zeptosegundo, que eso es lo que eres.
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