Y lo demás, ¡es historia!

Era el momento de las entrevistas. Había que hacer un proceso de selección entre los diferentes candidatos que habían presentado su currículum.

La mayoría eran amigos, o amigos de amigos. En una empresa pequeña y familiar suele funcionar así, y la verdad que no nos había ido tan mal, sino hubiera sido por algunos de los socios, que aprovecharon el tirón para meter capital y tratar de mangonear, pero eso es otra historia.

Buscábamos un perfil polivalente, con la titulación necesaria para desarrollar el puesto y esos conocimientos extras por formación o experiencia que te hace destacar entre los demás por casualidad o por la necesidad de cubrir el puesto, nunca se sabe.

Sandra me dejó claro lo que no quería con su habitual delicadeza, “nada de tímidos o pasotas, ni esos que al final hacen trabajar más al compañero y a ti, ya sabes que no tenemos un perfil concreto de usuarios y hay que estar vivo y resolutivo”.

Lo tenía más que claro, pero es verdad que alguna vez se nos había pasado algún detalle que luego cuesta reparar, son muchos los usuarios que vienen a la instalación de muchos puntos de la zona y debemos seguir siendo referencia.

Tenía cierta ilusión por que empezaran a pasar los interesados, pero no había caído en la cuenta que emocionalmente estaba a la deriva y sin rumbo.

Preparé los cuatro o cinco currículums que había citado Eva desde recepción y me puse a repasarlos un poco para ver qué puntos fuertes tenía cada uno.

Subrayé de cada uno lo que consideraba importante para el puesto, para ver luego cómo se desenvolvían al preguntarles sobre su experiencia y disponibilidad.

Sonó el teléfono de Sandra y tras colgar me soltó un “Ale”, indicando claramente que comenzaban las entrevistas.

El primero fue un chico muy joven llamado Josemi creo recordar, pero ya se veía que venía obligado por uno de los socios de la instalación, nadie se deja caer en una silla al sentarse delante de su posible responsable. Descartado de entrada, pero lógicamente hice las preguntas de rigor y alguna más que apenas supo resolver, o más bien, no quería resolver.

La siguiente aspirante citada no se presentó y tampoco llamó en toda la mañana para indicar algún tipo de contratiempo que le impidiera haber acudido. Descartada, imagínate que te hace eso con los usuarios, pues como otras veces, el tonto de mí a impartir sus clases.

Por fin entró una chica joven, de unos 26 años por la puerta. Alta, atlética, rubia, despeinada (o sería su peinado) y con una sonrisa en la cara y un desparpajo que ya prácticamente se hacía con el puesto, lo que se conoce como presencia, esa que es difícil de entrenar, que prácticamente se tiene o no se tiene.

Tras unos minutos hablando con ella, se despidió amablemente, muy alegre y se marchó dando las gracias.

Según cerró la puerta, Sandra levantó una ceja mirándome de reojo, dejando por un momento su concentración en la pantalla con sus hojas de Excel para cuadrar cuentas y me sonrió.

La verdad que también la sonreí, pero no tenía ni idea de lo que me quería decir.

Siempre dudé de los gustos de Sandra, pero como no me iba ni me venía su historia personal con un o una tal Noa (¿es nombre de chico o de chica?), me quedaba con lo atenta y directa que era conmigo. Una buena compañera y mejor jefa. Listo.

Ya teníamos candidata, con disponibilidad y con unas ganas tremendas de empezar cuanto antes, pero quedaba otra chica más por pasar.

Volvió a sonar el teléfono de Sandra y era Eva indicando que subía la última del día.

Ya estaba más relajado, ya teníamos el puesto prácticamente asignado, pero se deben hacer las cosas bien.

Sonó la puerta, Sandra dijo “Adelante” sin dejar de mirar su ordenador.

Se abrió y entró una chica de apenas 22 ó 23 años, creo que 22, morena, más bajita que la anterior y bastante más seria, pero… a ver cómo lo cuento…

¿Os acordáis de la película Love Actually? Pues bien, la escena en la que a Hugh Grant, el joven y apuesto nuevo primer ministro, cuando saluda amablemente y con cierto nerviosismo a cada empleado de Downing Street y se queda embobado con Natalie, su nueva ayudante de secretaria, pues algo así sucedió. Y se me debió notar bastante porque Sandra dejó de mirar al monitor y ya no me quitó la vista de encima con una sonrisa picarona.

Toda la entrevista fue como la seda, cumplía todos los requisitos más que de sobra y, tenía que ser ella, pero no me refiero a la nueva trabajadora de la instalación, tenía que ser ella en mi vida. No podía ser otra persona con la que me encantaría estar y compartir todo. Tenía algo, que no sé qué era, pero jamás había tenido esa sensación de perder la noción del tiempo. Esa sensación que tuvo Hugh Grant cuando volvió a su despacho y se puso a hablar con el cuadro de Margaret Thatcher asustado de lo que había sentido y vivido al entablar una pequeña conversación con Natalie.

Bueno, volvamos a la selección de personal. 

Una vez se despidió y dejó la oficina, Sandra se puso a aplaudir y mearse de risa diciendo “Jamás te había visto con esa cara de tonto, ¡Ojalá, alguien me mirara así!”.

En ese momento, Sandra me comentó que dejara los currículums subrayados y las anotaciones en la mesa y que me fuera a tomar el aire un poco, ya que, se encargaría ella de la toma de decisión final.

No tardé ni un segundo en salir de la oficina corriendo para poder verla de nuevo. Eva me vio pasar por admisión corriendo y se asustó bastante. Salió detrás de mí.

Me quedé parado en la entrada mirando de izquierda a derecha como loco, a lo que Eva añadió unas risas diciendo “Se acaba de ir en un coche pequeño, ya volverá, ¡chati!”. 

Y ahí quedó todo de ese día tan especial en el trabajo, no pasó nada más interesante, ya no había nada más interesante. Sandra se encargaría de todo.

Pasó el fin de semana sin muchas novedades.

El lunes ya lucía con un sol envidiable para ser principio de la primavera y tan temprano.

Subí a la oficina y aún no estaba Sandra allí, ¡qué raro!

Sonó el teléfono, lo cogí y era Sandra con la voz de Eva al fondo hablando con alguien. Me comentó que bajara a admisión con una carpeta que había encima de la mesa.

Ya me extrañaba que Sandra no hubiera llegado antes que nadie a la instalación.

Bajé con la dichosa carpetilla, dando pasos lentos, con cierta desgana y resoplando (muy habitual en mí).

Cuando bajé el último peldaño, estaba Sandra, Eva y otra chica en ropa de deporte y con la camiseta de la instalación puesta ya.

Sandra dirigiéndose a mí dijo “Bueno, aquí está la nueva monitora, explícale la forma de trabajar, las clases que tendrá, las instalaciones y demás que ya sabes. ¡Suerte!”

Debí poner la misma cara de tonto que la semana anterior, por la cara que tenían Sandra y Eva.

Dejé la carpeta sobre la vitrina de recepción… sonreí…  y lo demás, ¡es historia!

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: