Adelheidsögur (1)

¡Pum!

Una explosión de astillas siguió al impacto del garrote del ogro con la viga de madera podrida. Adelheid sabía que eso podía haber sido su cabeza. El maloliente ogro, una abominable criatura de tres metros de alto, gruñó mientras se frotaba los ojos. Adelheid aprovechó el momento de ceguera de su enemigo para salir corriendo de la habitación.

Llevaba varias semanas buscando a la única persona que le podía ayudar a encontrar a su hermana, Dagna. Su esperanza era encontrar a un sabio ermitaño, de quien se rumoreaba que era un seidmadr, un «hombre que ve», experto en la Magia de la Visión.

Su búsqueda le había llevado a una antigua fortaleza en ruinas, de la que solo quedaban algunas estancias sin derrumbarse y ciertas partes de muralla. La puerta por la que salió daba uno de los segmentos de muralla. El suelo estaba muy deteriorado pero podía soportar su peso. El grito enfurecido del ogro le recordó que debía darse prisa. Según salió al exterior lanzó un silbido potente sin dejar de correr. Con sus sandalias aladas saltó a una almena y de ahí a otra.

El ogro salió chillando, llevándose parte del marco de la puerta que daba a la muralla. La luz del sol frenó al ogro, pero la rabia pudo más y lanzó otro garrotazo contra Adelheid, derrumbando media almena en el proceso en una lluvia de piedrecitas.

Ella dio un salto hacia atrás y quedó suspendida en el aire lo que al ogro le pareció una eternidad. Y un pequeño dragón apareció entre las ramas de los árboles más cercanos. Adelheid aterrizó en la silla de montar y tiró de las riendas hacia arriba. Frÿir, el dragón, calcinó al ogro mientras pasaba de rasante. El ogro ni siquiera gruñó. Cayó de rodillas humeando de torso hacia arriba.

Frÿir aterrizó en lo que había sido el patio de la antigua fortaleza. Adelheid bajó con otro ágil salto. Dio dos palmadas en el cuello de su dragón y salió corriendo hacia el edificio central, o lo que quedaba de él.

Se encaminó hacia lo que entendía que serían los calabozos. Tuvo que encender una antorcha para descender por pasillos invadidos por el moho y las telarañas.

Un rato después, tras unos barrotes de hierro oxidado que se caían a pedazos, encontró al ermitaño encadenado a la pared dentro de la última celda de aquel bastión olvidado por los dioses.

Continúa leyendo la parte 2.

4 respuestas a “Adelheidsögur (1)”

  1. […] las partes anteriores: Parte 1 | Parte 2 | Parte 3 | Parte […]

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