Por fin llegó el día

Y así fue como conseguí el papel para esa obra de teatro que siempre quise interpretar desde la primera vez que la vi en el colegio.
Bueno, a ver, os explico, que sino nadie se va a enterar de lo que quiero decir.
Cuando apenas tenía 5 años, en mi colegio, siempre se representó una obra de teatro llamada “Cuentos de un verano adelantado” para el cierre del curso, y no sabría decir el por qué, pero siempre quise participar en la misma.
No tenía muchas condiciones artísticas, ni memoria, pero la ilusión no me la podía quitar nadie, y un año tras otro, insistía a los profesores que llevaban la obra en que aceptaran mi participación en tal o cual papel que era idóneo para mí. Siempre recibía la misma respuesta, ya hemos seleccionado a Pepito, Fulanito, Luisita o Juanita.
Sí, me ofrecía para cualquier papel, fuera indicado para un chico o una chica, o simplemente de “atrezzo” en movimiento.
Así pasaron los cursos, acabó la EGB y estando en el instituto, fuera del colegio, seguía insistiendo en poder participar activamente en la obra, situación ya imposible por no pertenecer al centro, pero tal era mi ilusión, perseverancia o cabezonería que no se me iba de la cabeza.
Ya entrado en la adolescencia con aproximadamente, 15 ó 16 años tuve una oportunidad de participar por medio de mi hermano (más pequeño que yo) ayudando a los más pequeños en hacer un pequeño baile al final de la actuación, era mi momento… o no… dos días antes, jugando al fútbol, sufrí una caída absurda (me dieron un empujón y se me salió el hombro) dejándome en fuera de juego otros tantos días y, por tanto, perdiendo la oportunidad de participar en el evento que tanto ansiaba desde enano.
Casi había perdido la ilusión, cuando a mis ya 44 años, y teniendo hijos en edad escolar, en algo que ahora se llama primaria o algo así (no os voy a engañar que sigo llamándolo cole), sin buscarlo, apareció la oportunidad de mi vida, participar como un anciano que hacía surf… ¡UN ANCIANO QUE HACÍA SURF! ¿Qué más podía pedir? Todo daba igual, mi mente solo pensaba en ese momento de participar en la obra del cole que tanto deseé desde pequeño.
Estuve días preparando el “papel”, dejándome barba, buscando un bañador surfero y… hasta me teñí el pelo, o me puse mechas o reflejos, no sé cómo se llama eso de las puntas oxigenadas.
La noche anterior apenas podía dormir, mi mujer estaba deseando que pasara ya el momento, porque decía que estaba insoportable (algo de razón tenía).
La importancia de participar no se quedaba sólo en cumplir un sueño, sino que ese sueño iba a ser visto por muchos de los compañeros que en su momento tuvieron la grandísima suerte de participar, ya que, ahora son padres y acudirían con sus hijos, y de una u otra forma, hacen que este evento, mi evento, sea vivido por mis compañeros del cole.
¡Qué nervios! ¡Qué ilusión! Ya era el día, ya era la hora, vamos a por ello.
Tic, tac, tic, tac,…
El “pasa Luis que te toca”, sonó a voz celestial en mi cabeza.
¡Qué papelazo! ¡Qué momentazo! ¡Cuántos aplausos!
Fue un momento inolvidable, a la vez que liberador, no pensaba que a mi edad pudiera participar en la obra que tanto me marcó desde mi infancia y que tantas veces había visto como espectador.
Todo cambió en mi vida desde ese momento. Bueno, no cambió nada en realidad, pero fue un sueño hecho realidad.

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