Un cerebro, y medio limón

Iba en el autobús Madrid – Gandía para reunirme con los colegas. Pillé el último de la noche, para llegar a un after que abría pronto, donde había quedado con ellos. En la mochila llevaba lo justo, toalla, ropa limpia, y droga como para tumbar a un elefante.

Intenté dormir un rato, pero el jevi que iba sentado al fondo no paraba de toser, no sé si contagiado por la pandemia esa de la que hablaba la tele. Ya que no me podía dormir, hice lo propio, saque dos pastillas y me las tomé, así llegaría ya entonado a la fiesta. Conecté los auriculares al móvil y me puse la playlist de temazos, para ir calentando.

Además del jevi con chaleco de cuero, solo quedábamos despiertos mi menda, y una señora sentada en la parte delantera, que no dejaba de lanzar miradas incisivas al jevi cada vez que éste tosía. En mis cascos sonaba El Rap de los limones, de Juan Antonio Canta, el mejor puto tema funk de la música española. A pesar del trágico destino del artista, al llegar el estribillo me empezó a dar el subidón, -doh limone y medio limón- di un trago al agua, mientras mis pies hacían pequeños bailes sin moverse del asiento. Las pastillas eran buena mierda, y las luces de los otros coches comenzaban a provocar efectos estroboscópicos en mi visión al ritmo de la música.

Volví la cabeza hacia el pasillo. La señora cabreada se levantó, dirigiéndose a la parte trasera del bus, quizá iba a darle un caramelo al jevi, para poder dormir un rato.  -siete limone y medio limón- Cerré los ojos, para seguir disfrutando el pedo que llevaba, sintiendo el peso de mi cuerpo oscilar con las curvas de la carretera.

De repente algo me golpeó en la cabeza tan fuerte, que me quitó los cascos de la ostia. Abrí los ojos sin saber si lo que estaba viendo era real o no. La señora y el jevi se habían convertido en zombis y estaban infectando a los otros pasajeros, que, en un caos de gritos, se amontonaban avanzando hacia la parte delantera del autobús. Escuché al conductor gritar algo, nosequé del peso, al tiempo que el autobús empezó a dar bandazos, para acabar volcando.

Abrí los ojos, estaba fuera del autobús, sin saber cómo había llegado allí. Me puse de pie, ensangrentado.  Entre el pedo que llevaba, el susto del accidente, y el shock de los zombis, estaba catatónico perdido. Gracias al modo supervivencia en que había entrado mi cuerpo, esquive al jevi zombi, que intentaba salir del autobús en busca de víctimas, y al que, debido a la paranoia, yo veía con alas de demonio saliendo de su espalda.

Me alejé corriendo, los zombis parecían lentos y pronto me quedé a solas. Estaba en una carretera secundaria, totalmente a oscuras. Me pareció ver unas luces a lo lejos, y eché a correr como un loco hacia ellas. Como un espejismo en el desierto, al principio me parecieron las luces de un pueblo, pero al ir llegando me di cuenta de que eran varios coches que habían chocado entre sí, y que estaban en medio de la carretera, amontonados. Encontré una linterna tirada en el suelo, la cogí y seguí adelante, intentando poner en orden mis pensamientos mientras las pastillas me llevaban en volandas.

La luz de la linterna, dibujaba una línea recta en la carretera que rompía en dos la noche, Yo pensaba en el jevi zombi, imaginándolo como el líder de una horda que venía tras de mí, mezcla de personas y monstruos, ideados por mi fantasía. La vieja gruñona zombi, el demonio robot de Futurama, un alien zombificado y cosas así. El jevi además llevaba de la correa un carlino, un perro de esos que tienen un ojo mirando para cada lado, que no era zombi, pero que dan bastante miedo de por sí.

Cuando salí de mis pensamientos estaba parado en medio de la carretera, apuntándome a los ojos con la linterna como un idiota. La apague y fue peor. Un círculo de luz se había quedado fijado en mi nervio óptico y la sensación era horrible en medio de aquella oscuridad, y con tremendo pedal. Miré al cielo, esperando que se me pasara la ceguera temporal, poco a poco se fueron mostrando millones de estrellas en el firmamento, brillantes y puras, en la que me perdí un buen rato entre preguntas sobre la infinidad del cosmos, con la Vía Láctea de salvapantallas.

Me sacó de mi ensoñación una repentina molestia en el cuello, acompañada de un intenso brillo en el fondo de los ojos que dejó todo en blanco por un segundo. Volví de nuevo al mundo de los vivos, para darme cuenta de que había sido el puto jevi zombi, que me había seguido, encontrado, y mordido. Sin ejército, sin alas y sin carlino, simplemente un jevi con chaleco de cuero, que me había dado un mordisco por haberme quedado como una seta tanto tiempo parado. Intentó volver a atacarme, pero le di un tremendo puñetazo y cayó al suelo.

Continúo carretera abajo, sigo vivo y cuerdo, aún sigo pensando con lucidez. La herida del cuello no está mal, y aún no me he convertido en zombi. Parece también que se me está pasando el pedo, pues ya voy recobrando el poder sobre los sentidos.

La noche se marcha, paso a paso, y al amanecer, ya he recuperado la mente para poder superar este trago. El pueblo ya está cerca, buscaré una farmacia donde curarme y descansar. Además, tengo hambre y quiero comerme pronto algún rico cerebro… mmmmm… Un cerebro y medio limón, dos cerebros, y medio limón, tres cerebros, y medio limón, cuatro cerebros, y medio limón…

5 respuestas a “Un cerebro, y medio limón”

  1. Avatar de alberizquierdo
    alberizquierdo

    ¡Tremendo final… y medio limón! GRANDE

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  2. Muy bueno🙌🙌

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  3. Como siempre, tremenda ida de olla compañero jajajaja muy guay.

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