Tommy B.

Tommy B. se lleva mejor con los ordenadores que con las personas. Entre otras cosas porque en un chat puede ser Tommy B. y en la vida real se tiene que conformar con ser Tomás Bejerano. Para que nos entendamos, cuando se le rompió la pantalla del móvil hace unos meses, lloró más que en ningún funeral al que hubiera asistido. Incluido el de su padre. A Tommy todo esto de la pandemia le vino de perlas. Podía hacer de todo sin mover el culo de la silla y sin perder tiempo de aquí para allá como antes. Tommy ya practicaba la distancia social desde hacía años; para él era el comportamiento lógico y normal.
        Pero incluso superhéroes como Tommy tienen que vestirse de Tomás de vez en cuando e ir a una reunión social. La empresa para que la trabajaba organizó una fiesta presencial y sí, Bejerano tenía que ir. Su jefe se lo dejó bien clarito. «Si quieres seguir aquí vas a tener que acudir a estas cosas». Tommy no entendía por qué. Él hacía su trabajo, que era para lo que le pagaban. Y lo hacía, además, mucho mejor que todos esos vagos; pero no tenía alternativa. Tomás pidió un Uber desde su móvil y le indicó la dirección. Por si acaso, abrió el navegador de Google Maps para comprobar que seguía la ruta correcta.
        Tomás lo pasaba fatal en aquellos tinglados. Le sudaban las manos y no entendía ninguno de aquellos rituales. Ni lo de hablar del tiempo, ni los hola, qué tal que no querían saber qué tal, ni lo de beber alcohol ni, seamos sinceros, las celebraciones en sí. Las consideraba estúpidas y una pérdida de tiempo. Así que se pasó dos horas en la silla que le había tocado mirando a unos y a otros, sonriendo a veces, sin decir palabra porque a) las conversaciones eran absurdas, b) hablaban de otras personas que él no conocía y c) había mucho ruido y se distraía con frecuencia. En toda la fiesta sólo dijo dos palabras y las dos fueron la misma: «no», cuando le preguntaron si quería una cerveza y «no» cuando le preguntaron si quería tarta.
        Tomás salió de allí con el estrés por las nubes, así que buscó en Spotify a Imagine Dragons y con los cascos a buen volumen decidió patear el camino contrario al que había seguido el Uber en la ida. Ahí, con el navegador dándole instrucciones y la voz de Dan Reynolds volvía a ser Tommy. Necesitaba pensar. Se repetían en su cabeza las risas de todo el mundo, la alegría de sus jefes, los chismes, las bromas que no llegaba a comprender. Se daba cuenta de que, por una parte, necesitaba amigos que fueran algo más concreto que un apodo en un servidor.
        Y entonces se le ocurrió.
        Tommy fabricaría su propia aplicación para hacer amigos. No, las que existían no funcionaban. Las sugerencias y los algoritmos de las redes sociales son espantosos y orientados a vender productos y servicios patrocinados. Las empresas que usan algoritmos de búsqueda potentes en base a patrones de personalidad casi siempre te buscan pareja, y no amigos. Tommy no tenía tiempo para parejas. Durante el camino empezó a visualizar el código en su cabeza y cuando llegó a casa lo vomitó a cuatrocientas pulsaciones por minuto.
        En unas semanas tuvo una beta y qué mejor tester que él mismo, pensó. Subcontrató una empresa para recoger datos de usuarios en base a los patrones que él definió y le consiguieron una muestra de un millón de personas. Tendría que servir.
        El software funcionaba. De ese millón de personas salieron parejas enamoradísimas, amigos para siempre y cambios de vida radicales. Tommy B. se montó en el dólar. Pudo decirle bye, bye a su jefe y, de paso, ahorrarse ir a fiestas estúpidas.
        Pero para él no había ni un sólo match.
        Expandió la búsqueda a varios millones. Tommy hacía feliz a la gente y podía comprar todo lo que quería. Pero no había ni un triste caso compatible para él. Lo que le llevó a probar que todo aquello había sido una gran pérdida de tiempo y que su primera teoría —que sacó de Ignatius J. Reilly— era cierta: «Sólo me relaciono con mis iguales, y como no tengo iguales, no me relaciono con nadie».

6 respuestas a “Tommy B.”

  1. Creo que hay muchos(demasiados) Tommy B. Por la vida. Ay pobres!!! O afortunados!! 🤔

    Le gusta a 2 personas

    1. No lo tengo claro, la verdad, ja, ja, ja. ¡Gracias por darte una vuelta por mi perturbada mente!

      Me gusta

  2. Pobre Tommy B.

    Le gusta a 2 personas

    1. ¿Pobre? ¡Está forrado! 😂

      Le gusta a 1 persona

  3. Vivan Ignatius y el Patrullero Mancuso!

    Le gusta a 2 personas

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: