Estoy viendo una serie en la tele que se llama The Bold Type. Se trata de la vida de tres amigas que parecen normales pero que en realidad son tan perfectamente imperfectas que no son de este mundo. Claro, son del mundo ideal al que aspiramos y que nunca podemos conseguir. Es decir, otra vez enganchada al mundo de los imposibles.

Porque este mes de junio ha sido un mes de mierda.

Un amigo borracho, quiero decir, un amigo, estando borracho, no, no, lo he escrito bien a la primera, un amigo borracho me cantó una canción de amor. Yo también debí cantar algo. Soy o estaba borracha, no sé, no me acuerdo bien. El caso es que esa canción desencadenó un tsunami emocional de conjeturas, imaginaciones, obsesiones y bucles. Imposible desenredarme ya que mi amigo no quiso aclarar nada. “Fue una conversación profunda de amigos borrachos” me dijo. Y hasta aquí lo que dio de sí el alcohol.

Y a este mes en bule se juntó el trabajo. Más de mierda todavía puesto que era real. Jefe inepto, trabajo agotador, jefe más inepto, trabajo más agotador. Lo dicho, mes en espiral.

Pero volviendo a mi serie de mujeres imposibles, hay un hilo conductor entre todos los capítulos que habla de mujeres que ayudan a mujeres. De forma incondicional. Ya sea que se te haya perdido un pendiente o que tu madre sea alcohólica (vaya obsesión alcohólica la de hoy). Mujeres que no se juzgan y que no intentan solucinarte la vida. Sólo están por ahí, acompañándote.

Y eso me ha pasado a mí. Esto es real. Este mes de junio lo han salvado las mujeres. Aquellas que se reúnen conmigo para no juzgar, para escuchar, para reir y para echar el tarot.