En ese duermevela mitad placentero, mitad tortura insufrible, divagaba Douglas planteándose el por qué de algunos de sus comportamientos.
Se afanaba en alargar ese momento que tanto le fascinaba y al que se entregaba con fruición cuando podía. Estaba convencido de que en esos precisos instantes, se vencían todas las barreras y el yo consciente podía conectar con zonas recónditas de su cerebro que habitualmente no eran accesibles por inhibirse ante los convencionalismos y los roles que nos imponemos en el día a día.
Allí, en aquella amalgama, se preguntaba qué le hacía obrar de determinada manera en situaciones muy concretas.
Douglas había reconocido un patrón y tenía claro que ante determinado estímulo, siempre obraba de forma idéntica y además, fuera de su control consciente. Había descubierto una de sus esclavitudes y quería desterrarla analizando su origen.
Doug había oído hablar con frecuencia del psicoanálisis y también de una técnica que llamaban PNL, mediante la cual uno se podía auto infringir comportamientos reflejos.
- ¿Hay algo más estúpido que atarse voluntariamente a algo? Se preguntaba.

Por lo visto, con esas técnicas, uno podía asociar un estímulo físico concreto (por ejemplo apretarse en el dedo pulgar) a una reacción emocional (por ejemplo estar tranquilo) y así, en situaciones de estrés uno no tenía más que apretarse el dedo pulgar para hacer aparecer la tranquilidad de la nada.
- Estos humanos son completamente imbéciles. Se repetía Doug mientras se le reproducía la idea en la mente de que, en una especie de hipnosis, alguien le hubiera inoculado esos comportamientos indeseados con esas técnicas estúpidas de PNL.
Con una fuerte sacudida, Ed sacó a Doug de su placentera duermevela, emitiendo además el sonido que desencadenaba su comportamiento robótico:
- Sit. Gritaba repetidamente Ed.
Doug, como siempre, movió el rabo, se sentó sobre sus cuartos traseros y esperó ansioso el premio que solía seguir a aquellas palabras.
Aquél delicioso alimento que callaba la conciencia de modo milagroso hasta el siguiente duermevela se introdujo en su boca y obró el milagro una vez más.
Justo antes del subidón de adrenalina, Doug se preguntó cómo sería aquel que le grabaría comportamientos aprendidos a Ed, que a su vez se los grababa a él, pero…
¿A quién le importaba eso ahora?
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