Ese dolor de fondo

Estamos sujetos al dolor.

Somos sujetos de dolor.

Dolor, placer, insatisfacción, quiero y no puedo, pequeños destellos anhelantes que pasan desapercibidos en un haz de luz inmenso que ciega nuestras retinas de tal manera que creemos que esos destellos tienen cierta entidad cuando no son nada.

Pequeñas lágrimas saladas en un infinito caudal de agua dulce que fluye imparable y limpio.

¿Llorar un río?

Qué pretencioso es el ser humano. Siempre creyéndose el centro de la creación cuando es lo más imperfecto, lo más inconcluso, lo más disonante con todo el medio que le rodea.

Hasta pensándonos como causantes de todo el mal de la tierra somos pretenciosos, pues ella nos transcenderá con creces reduciéndonos a lo que siempre hemos sido: átomos de carbono enlazados de forma caprichosa.

Ahora me dirás que pensándote así, nada tiene sentido. Que para qué levantarte hoy y realizar ese trabajo anodino que tienes encomendado para recibir a fin de mes un apunte bancario que te permite consumir a otros átomos de carbono enlazados de otras formas caprichosas.

¿Qué me invento yo para convencerte de lo contrario?

Yo no tengo nada que ofrecerte, sólo dolor.

Más dolor.

Una respuesta a “Ese dolor de fondo”

  1. El dolor es tan buena gasolina como cualquier otra, en realidad.

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