- Buenos días. Usted dirá.
- Buenos días. Venía por lo de la plaza.
- Sí, claro, un momento que abra registro.
- Gracias.
El funcionario, con su consabida tranquilidad y parsimonia, abre registro y el terminal le devuelve el número de solicitud: solicitud número 23.663.344.
Con una leve sonrisa en sus labios, se apercibe de que se acaba de sobrepasar la mitad de la población del censo en España y se dice para sus adentros que esto va más rápido de lo que le habían dicho en la reunión previa a los trabajos convocada por el ministerio de control poblacional.
- ¿Cuál es la plaza a la que opta?
- A la de profeta, por supuesto.
- ¿Especialidad?
- Profeta supremo. Creador de doctrina.
- De acuerdo. Le tenemos que hacer un breve cuestionario para verificar sus aptitudes; ¿está de acuerdo?
- Sí, ningún problema. Proceda.
- Es muy corto. Son ocho preguntas únicamente; Pregunta número uno: ¿Desde cuándo siente Vd. que es profeta?
- Yo he sido maestro escayolista toda mi vida, pero es desde hace aproximadamente tres meses cuando me han venido todas las revelaciones y la necesidad de profetizar.
- ¿Por qué está convencido de su especialidad?
- Es algo que percibo de un modo meridiano, porque la originalidad de mis teorías es muy intensa y no puede ser de otro modo que mi destino sea regir el devenir del ser humano, que vaga sin rumbo desde hace eones.
- Vale, vale, limítese a contestar y no me predique a mi.
- Disculpe, es que es tan intenso…
- ¿Ha realizado algún tipo de milagro en los últimos dos meses?
- Sí, por supuesto. He dejado mi trabajo. He mandado a la mierda a mi jefe. Me he divorciado y abandonado a mis hijos y me he desprendido de todas mis propiedades, excepto del coche deportivo, que utilizo frugalmente y sólo como residencia para dormir.
- ¿Posee acólitos? En caso afirmativo: ¿Cuántos?
- Por supuesto que tengo seguidores. No sabría decirle, pero en el sermón de las seis, en el que reparto setas, acuden bastantes.

- ¿Podría resumir en un aforismo su doctrina?
- Sí, por supuesto. Sería así: “La coloqueta que te da una índica es mucho más física e incluso sexual que la que te da una sativa, por tanto podemos concluir que cada tipo de droga apela a un apartado diferente de la consciencia.”
- ¿Por qué la necesidad de profetizar?
- Mi deber como profeta es dar a probar todas las drogas a todo el mundo e indicarles con qué parte de su consciencia están conectando porque es un deber de aquel que sabe, el transmitir ese saber al resto de la humanidad.
- ¿En qué cree que beneficiaría al mundo su doctrina?
- Al explorar todas las vertientes de la conciencia, el individuo será más pleno, más productivo y más social.
- Por último: Describa un mundo ideal en el que se implantara de modo mayoritario su doctrina.
- En el mundo futuro que yo profetizo y promulgo, nos organizaríamos en sectores para facilitar la distribución de las drogas a gran escala y todos los individuos serían libres, iguales y drogados.
- Eso es todo, doy curso a su solicitud. Gracias.
- Gracias a Vd. ha sido muy amable. ¿Desearía probar un poco de LSD que casualmente llevo encima?
- Por favor, circule. Le he dicho que no profetice conmigo.
…
…
…
…
…
Se abre el plano.
…
Se ve una larga cola que espera ser atendida por el funcionario.
…
Se ven varias colas iguales dentro del mismo edificio.
…
Se sobrentiende que es una operación a gran escala y no sólo en España, sino en el mundo.
…
No sé cómo se haría a nivel visual, quizás sobreponiendo unos cuantos titulares de prensa o noticias sueltas, pero en este punto, el que lee esto se tiene que dar cuenta del origen de esta maniobra organizada por el gobierno. Como esto no es para una película y lo estoy escribiendo, me salgo de la propia trampa que yo me había tendido haciendo un símil con un guión y se lo cuento al lector.
Sí, a ti que has llegado hasta aquí a duras penas.
Esa situación se dio en una ciudad cualquiera de España el 24 de abril de 2.025.
Tras haber inoculado a la población la décima dosis de refuerzo de la vacuna contra la COVID-19, la población al completo se había sumido en una desenfrenada carrera (que ya se había fomentado convenientemente desde el gobierno en connivencia con las farmacéuticas, tiempo atrás) hacia el consumo compulsivo de sustancias que alterasen la conciencia. Durante el año 2.024, sorprendentemente, se habían legalizado todas las drogas y desde el poder se daban instrucciones para su cultivo. No podías cultivar tomates en tu jardín, pero sí opio.
Con semejante despropósito, el gobierno ideó la “operación profeta del desierto” y es que una de las drogas subvencionadas, te provocaba tal nivel de alucinaciones, que todo dios terminaba profetizando. Sí, hasta dios se había echado a las drogas, sólo así se explicaba aquello. No te imaginas el coñazo que era esto para los no vacunados.
Bueno, el final ya lo sabes o lo intuyes. Te clasificaban según el tipo de coñazo que dabas por simple control estadístico, no porque hubiera diferencias notables entre profetas.
Básicamente había dos grupos: profetas (vacunados) y los que no asistían a la convocatoria (no vacunados).
Dicen que dentro de los no vacunados también había dos grupos: “las élites” y “los que había que eliminar”.
Bueno, al menos ahí había alguna opción, los profetas corrían todos la misma suerte.
Eso sí, iban todos felices y contentos al cadalso.
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