El efecto de la guerra (parte 3)

TIRARON LA PUERTA ABAJO en mitad de la noche y entraron con una coordinación escrupulosamente precisa. Cuando quisimos darnos cuenta, ya era demasiado tarde. Eran tres hombres altos, armados y, a simple vista, experimentados. 

Nos encañonaron en cuanto nos vieron. A mi mujer y a mi hija les obligaron a ponerse de rodillas, mirando hacia la pared del salón. Mientras tanto, a mí me empujaron al pasillo. Querían comida, no nuestras vidas; pero según ellos, estaban dispuestos a llevarse ambas cosas en el caso de que fuese necesario.

No iba a arriesgarme a perder a mi familia por un puñado de latas de conservas. Habíamos encontrado la forma de sobrevivir otras veces y aquella no sería…

El golpe fue seco y el sabor metálico prácticamente instantáneo. El impacto me hizo perder el equilibrio y caí de rodillas. Me habían roto el labio con la culata de uno de sus rifles. 

—¡Espabila! —dijo quien parecía al mando—. ¡No tenemos toda la puñetera noche!

Aquel golpe me hizo entender dos cosas: la primera, que el mundo se había ido de verdad a la mierda y que, mientras nosotros habíamos contado con la suerte, otros habían tenido que sobrevivir de verdad; y la segunda…, que aquello no era un farol. Esos tipos eran peligrosos.

Aún así,  no podía imaginarme cuánto.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: