Aquí puedes leer la parte 1
Azucena no dejaba de mirar el móvil, parada en aquella esquina de la calle Picasso con calle Miró. Le hizo gracia pensar que se encontraba entre dos reconocidos pintores y ella no sabía ni hacer una línea recta. Este pensamiento la calmó durante un momento, pero pronto recordó qué hacía allí y sus nervios afloraron de nuevo. Volvió a mirar el reloj, quedaban 5 minutos.
Hacía como un mes que había recibido por redes sociales un mensaje de «La compañía». Le ofrecían «la posibilidad de vivir una experiencia jamás imaginada, para unos pocos elegidos y con la que comenzarás una nueva vida».
Nunca hubiera hecho caso a un mensaje como ese, tenía bien claro que las redes sociales son de poco fiar y no era mujer de creerse cualquiera cosa. Sin embargo, la parte final del mensaje captó su atención («comenzarás una nueva vida»). Cerró los ojos y una lágrima recorrió su mejilla, silenciosa y desgarradora. Tras lo sucedido un par de meses atrás, nada tenía ya que perder, y si el mensaje era cierto, puede que una nueva vida fuera la única esperanza de salvar su alma.
Cuando ya creía que todo había sido una broma de mal gusto, un coche negro, tipo uber o cabify, se paró a su altura. El conductor bajó la ventanilla:
– ¿Azucena Río?
La joven se quedó paralizada durante unos segundos que parecieron horas, hasta que pudo articular palabra.
– Ssi, soy yo.
– Suba, por favor. Debo llevarla a su destino.
Echó un vistazo a ambos lados de la calle, en aquella hora del día no había nadie. Durante un momento pensó que tal vez todo esto era una locura y que probablemente no debería subir a un coche que algún desconocido había mandado para buscarla.
El conductor del taxi la miraba entre curioso y expectante aunque sin intención de meterle prisa por que subiera al coche.
Aún llevaba el teléfono en la mano cuando este vibró. Lo giró y vio que le había llegado un mensaje. Era de su padre.
Mientras avanzaba hacia el coche, respondió: «Lo siento. Te quiero». Fueron las cuatro palabras que Azucena le escribió a su padre.
Apretó con fuerza el teléfono móvil y deseó que no fueran las últimas.
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