Mes de noviembre; diez de la noche…
—Esta noche me apetece leer; lo retomaré.
Sentándome en mi cómodo butacón junto a la chimenea, volví a abrir ese libro olvidado por la desgana a causa de la tristeza; esta de vez en cuando suele apoderarse de mí.
Siempre me cuestiono la misma pregunta; por qué!
Por qué, cuando menos lo espero me asalta sin contemplación?
Me disponía a comenzar el siguiente capítulo cuando comencé a percibir aquella sensación en mi interior. Quise hacerme la fuerte, luchar contra aquel extraño vacío, pero este me iba ganando terreno hasta que se manifestó; la lágrima que resbalaba por mi mejilla me dio la señal de alarma. Suspirando cerré el libro; me dije… otra vez.
Centrando mi mirada en la lumbre de la chimenea, me dejé llevar.
Ya había creado aquella cúpula que me aislaba del exterior; tan solo escuchaba el crepitar de la lumbre a la par de aquella suave música. En cuestión de poco por mi vulnerabilidad a la abstracción, comencé a ver el sinuoso danzar del fuego siguiendo el compás de la bella melodía que dio paso en ese momento “ Wedding in the dream” Dulce y hermosa melodía que me llegó de lejos…
La lumbre seguía danzando, su crepitar parecía estar diciéndome algo; insistente, en uno de ellos una mota incandescente escapó grácil hacia la ventana. Mis ojos seguían su graciosa forma de moverse; no queriendo dar fin a su vuelo, me levante rápidamente para darle libertad. Al abrir la ventana y contemplar la luna en su totalidad, seguí con mi embelesamiento; la incandescente mota seguía su grácil movimiento.
La hermosa puesta en escena me ofreció su cálida mano para que expresase lo que guardaba dentro.
Impulsada por mis sentimientos comencé a contonearme; levanté mis brazos, me agaché, me incorporé, giré sin moverme del sitio, tape mi rostro, abarque mi cuerpo abrazándome, me alboroté el pelo… Las lagrimas no dejaban de fluir resbalando por mis mejillas.
¿Qué me estaba pasando, qué era lo que sentía? Aquello incluso me causó algo de temor, pero a la vez me hizo sentir mas viva, ilusionada, me sentía mejor con mi yo interior aun temeroso de resurgir…
Seguí danzando.
Cuando la melodía estaba tocando a su fin, me arrodillé en el suelo; fundiéndome en un abrazo levanté la cabeza ofreciendo mi cristalina mirada a la embriagadora Luna.
—Esa melodía siempre permanecerá en mi corazón hasta el fin de mis días.
Tengo absoluta certeza que molestarse un poco de forma afectiva hacia el prójimo, tan solo un poco; puede generar gran felicidad…
Un gran abrazo.
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