La sensación de aquel agradable calor en su cuerpo, le hizo levantarse de la cama. Al asomarse a la terraza y contemplar el espectacular Sol del amanecer inspiró profundamente a la vez que desviaba por un instante, la mirada hacia su pequeño velero.
—Hoy hace un día perfecto para salir a navegar, pensar,, dejar fluir mis sentimientos. Me vestiré, prepararé algo de comida. No pondré rumbo, me dejaré llevar.
Caminando grácilmente, se aproximaba a su pequeño velero; desatando el amarre se subió dando un salto algo gracioso.
—Eyyy, aún te mantienes en forma!
Y eso que ya cuentas cincuenta y dos años, ahí es nada!
Riendo se dirigió hacia el cuadro de mandos; dándole al contacto apoyó sus manos en el volante.
—Sin rumbo, hacia donde tu quieras llevarme!
Se sentía tan feliz mientras la brisa y y los rayos del sol la acariciaban, que sus facciones lo mostraban sin necesidad de palabras.
No quería quebrar el idílico sonido del oleaje, de la brisa y alguna que otra ave que se aventuraba incluso a posarse en el pequeño navío.
Al mirar hacia el reloj del cuadro de mandos y pensando en la agradable temperatura, decidió para motor para darse un chapuzón.
Confiada se despojó de su ropa; como siempre le había impresionado zambullirse, bajó por las escalerillas. La sensación del agua en su cuerpo la embriagó, pensaba en lo mucho que ofrecía la naturaleza y en lo poco que la mayoría de los humanos la habían valorado. Aquel pensamiento la inquietó, haciéndole recordar que estaba sola, completamente sola.
La angustia por la propia soledad y recordar el fatídico suceso de aquel día, le produjo pánico; el miedo se apoderó de ella como una gran garra oprimiendo su cuerpo. Braceando con gran esfuerzo intentaba alcanzar las escalerillas, veía que sus fuerzas flaqueaban, su cuerpo se hundía en cortos intervalos en aquella agua cristalina.
A su mente venían incesantes instantáneas de su vida; momentos junto a otras personas donde se le veía feliz, pequeños momentos en soledad donde se veía haciendo cosas que le hacían sentir bien: Bailar al son de aquella música, cantar, leer, escribir, caminar un rato buscando rodearse de árboles y vegetación, aunque esta no fuese lo natural que quisiera.
Intentando salir a la superficie contemplaba al espléndido Sol que filtraba sus rayos a través del agua ofreciéndole esas últimas caricias, mientras su voz interior le hablaba…
—Es posible que deba ser así; siempre había pensado que solo la Naturaleza debía tener cabida en este hermoso planeta, que ningún humano debía irrumpir en ella para intentar dominarla; que solo ella tiene el don de crear y destruir.
—Es totalmente seguro que debe ser así.
—Mi rumbo mi destino, ha llegado hasta aquí.
Los verdes ojos de María seguían contemplando al majestuoso Sol mientras sus manos buscaban los cálidos rayos que aun acariciaban con suavidad su delicado cuerpo.
—Todo estará bien, ya no estarás sola.
—No tengas miedo, todo irá bien…
Aquel fino rayo que se filtró por la ventana, parecía estar dando los buenos días a María.
Estaba tranquila, serena, con la firme convicción de haber dormido mejor que en otras muchas ocasiones; su sonrisa así lo corroboró.
—Buenos días! Presiento que hoy será un gran día!
P.D.: No busques un rumbo fijo, tan solo vive y disfruta cada memento; la vida es eso, momentos. Un gran abrazo.
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