Desmemoria

«Con todo lo que esa mente había sido».

Fue la primera persona de su pueblo en ir a la universidad. La primera en su promoción. La primera en muchas cosas.

Nunca había dejado de aprender. Y ahora… Ahora su libro de cabecera no versa sobre algún sesudo campo de investigación puntera, de esos que solo un pequeño porcentaje de la población es capaz de entender. Ahora su libro de cabecera es un libro sobre cómo ejercitar la memoria. Sobre cómo retrasar lo inevitable.

«La edad no perdona», dicen algunas voces. «Con lo que ha sido, con lo que era», dicen otras a su espalda. «Pobre», susurran otras cuando creen que ya no puede oírles.

A veces no se acuerda, pero siempre ha tenido claro que no tiene tiempo para sentir lástima. Uno se lo curra, se lo trabaja. No para luego, que también, sino para mientras tanto.

Su cerebro buscaba formas y formas para darle sentido a todo. Lo cual resultaba muy confuso para la gente a su alrededor. También para su propia percepción y sus propios procesos cognitivos. Se olvidaba de cosas, se confundía con otras… Pero le permitía tirar adelante.

Lo suyo no era desmemoria. La desmemoria tiene más que ver con pensar que el agua corriente ha existido siempre en todos los barrios, con pensar que la comida crece en los estantes de los supermercados, con pensar que la jornada de cuarenta horas semanales es algo nuevo.

Lo suyo no era cosa del pasado, es cosa del presente. Del presente que se entremezcla con el pasado porque es lo que es. Lo suyo no era desmemoria. Lo suyo es tozuda dignidad.

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