Irrupciones

Releo el cuaderno rojo, ese gordito,

al que le abraza una goma elástica como esta tarde de primavera,

y le sobresale un rabito de tela que me recuerda por dónde voy

o por dónde dejé de ir, en fin, tal vez por dónde

empieza lo inacabado. El caso es que, según las fechas anotadas,

en una semana de mayo, como esta, puede observarse

– casi sin prestar demasiada atención – cómo irrumpes,

Ana, en el cuaderno, cinco días después del día once,

nueve años antes de hoy,

así sin prólogo, de repente,

sin poemas que vaticinaran la invasión

ni redoble de tambores ni grito de pregonero.

Y a partir de ahí las líneas no son tan rectas,

empiezan a enredarse como las vías del tren

y ahora yo tengo

que frotarme los ojos de vez en cuando

para seguir leyendo, preguntándome

por qué no más versos, y mejores,

algún otro relato y cien novelas

para ti…

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