Dicen que el ser humano no es árbol para estar siempre en el mismo sitio. Tampoco es eco para estar repitiendo sin saber y sin sentir lo que ya se ha dicho. Parecería que ser humano es hablar de lo propio, de quienes somos, a través del mundo. El ser humano no es el ser humano, sino que no es un árbol, no es un eco, somos un parásito, la creación de otra inteligencia superior, o aquella frase tan manoseada de homo homini lupus («el ser humano es el lobo para el ser humano») de Hobbes, de 1642.
Hobbes sacó la susodicha frase, presumiblemente, de Plauto, quien la escribió, posiblemente, entre el 211 y el 206 antes de nuestra era. La frase de Plauto tenía una coletilla, y rezaba así: Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit («el ser humano es lobo para el ser humano, y no ser humano, cuando desconoce quién es el otro», cuando no conoce a quien tiene enfrente).
Quizá, esta fantasía de pensar que no formamos parte del mundo, sino que el mundo es nuestra propiedad, de confundir ser con tener, no es sino un efecto secundario de no saber quiénes somos.
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