Sádicos golpes frenéticos.
Click, click. Pum.
Látigos torpes, eclécticos.
Click, click. Pum.
La bala era dérmica, no metal. Y la vi, preso de un terror precioso, dibujar al alza su trayectoria. Solo ahí amé ser dermis, no metal.
Yo, que proclamo euforias desatadas a vientos desconocidos, y acabo siendo el improvisado pilar maestro de masas comunes (cuadradas), disparo sinapsis y vierto litros de dopamina en una trinchera. Pero qué trinchera. Ojala la vieran con mis ojos.
Click, click. Pum.
Quizá arrojarían el fusil, para variar.
Click.
Pum pum, pum pum, pum pum.
Pum.
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