PLURIEMPLEO

Solo unos pocos la conocían bien, profundamente, pero no por completo. Ella era así, solo mostraba lo que deseaba enseñar, el resto era parte de su más preciada intimidad. Sus gafas eran imprescindibles, siempre alardeaba de su miopía y era la primera en no permitir ni una foto sin ellas. Su cabello castaño recogido a menudo en moños elegantes eran siempre tendencia. La primera en participar en recogidas de fondos para los más necesitados. En dar cuenta de hechos vergonzosos de la sociedad sin señalar hilos expresamente, afirmaba creer en la justicia divina.

En las fiestas, los eventos: la reina del lugar, con un lugar equilibrado entre el silencio y el palabrerío, sabía hablar de cada tema, de los personajes del momento con delicadeza, con ironía, con la destreza del que sabe, pero esconde. La periodista que podría pasar por estrella, de hecho a menudo la confundían con lo más selecto del escenario. Dónde tendría sus informadores, para, entre copa y copa, en cualquier lugar, tener información fresca y lúcida…
Solo había un tema ya conocido por todos, antes de la una de la mañana, Inés se retiraba educada y discretamente por su problema con el sueño. Si insistían recordaba al retirarse como anécdota su mala relación con Morfeo, ‘será por eso que siempre duermo sola, ¿no? Puede que un día el mismísimo dios del Sueño visite mi dormitorio…’ Repetía frecuentemente y de nuevo entre compañeros nuevos de su círculo mientras se despedía sin mucho más ruido. Esa noche su madre llamó de nuevo al no obtener respuesta unas horas antes. Inés ya estaba lista al pie de la cama.
–  Hija, que sí, que me ha llegado el ramo de flores, precioso, como siempre, pero yo quería verte… (…) Vaya día de la madre, tu hija durmiendo como una bendita, cómo va a estar sino? (…) ¿otra fiesta de trabajo de esas?… Bueno, pero ten cuidado, ya sabes que no me gusta donde vives, es mal ambiente, (…) que sí, que el piso es precioso y grande, pero… yo qué sé… gente de mal vivir… Anda, acaba pronto el trabajo, cena algo y acuéstate pronto. Ya sabes que si no duermes las horas, mañana no hay quien te levante. (…) Que sí. Hala, ten cuidadito y no vuelvas tarde…

Antes de las dos de la mañana, alarmas encendidas, en la habitación de Inés, la cama con rellenos esperaba unas horas a acoger a la justiciera con el trabajo hecho. Ropa encima de un sillón dejada precipitadamente.

Los edificios de los suburbios en los que nadie quería vivir eran ideales para entrar y salir sin ser vista. El gobierno local apenas se ocupa de iluminar las zonas problemáticas. Los recovecos en sombra siempre son casa. En la calle ya, pasos de botas silenciosas de una mujer vestida de cuero negro, con máscara y una gabardina oscura, la forma de una recortada asomaba de dentro del forro mientras caminaba. Se le conocía como La Pantera, pero solo era leyenda, la palabra de vagabundos alcoholizados no tiene consistencia.

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