Nos conocimos una noche.
A los gatos les brillan los ojos en la oscuridad.
Nos miramos y besamos desde lejos,
con el viento, con el aliento de otros.
Una duda no resuelta se desnudaba
y mecía al ritmo de nuestros cuerpos.
Su pelo o su cuello.
Aún no sé.
La explosión al mezclarnos me aturdió.
La música, el alcohol o su olor.
Aún no sé.
Tejí con mis manos un cinturón,
con la seguridad de que no me querría soltar,
sin la seguridad de querer caer,
pero bebí y olvidé,
y seguí sus pasos por los tejados.
Las estrellas salen por la noche
a pesar del miedo a que les obliguen a cumplir deseos.
Nos soltamos y no sé si nos despedimos.
Al despertar en casa, me preguntó el miedo:
¿Cuánto crees haber perdido?
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