Es curioso, jamás pensé que recordaría un atasco con cariño y nostalgia. Para mi ahora, 10 años después de lo ocurrido, aún sigue siendo uno de los mejores momentos de mi vida. Los mejores 20 días de mi vida, para ser exactos.
No te voy a aburrir con los detalles que me llevaron a ese momento, pero digamos que dos países en guerra durante 50 años, y separados por 350 km de agua, resolvieron por fin sus diferencias. Un ricachón aleatorio vio un “filón maravilloso” en crear la primera autopista de peaje transoceánica entre estos dos amigos recién reconciliados.
Yo siempre quise conocer “Holden Caulfield”, la ciudad costera en la que desembocaba dicha autopista. Además, tenía la suerte de que mi queridísimo pueblo, “Brotamalva”, no quedaba lejos del nacimiento de la carretera.
Así que cogí unos días en el trabajo y me aventuré a hacer un viaje de 3 horas por carretera acuática.
Quién iba a pensar que la herida bélica se abriría cuando solo llevaba la mitad del camino recorrido..
La retención de vehículos que se formó a causa de las pésimas negociaciones entre ambos países ocupaba todo el horizonte en ambas direcciones desde mi espacio de asfalto. Y mi pobre Ford Focus Ghia al sol la mayor parte del tiempo.
Reconozco que el primer día me lo pasé casi entero cerca del coche, desesperado. Menos mal que en los viajes soy muy previsor, y tenía una neverita con refrescos y una colección de galletas y bollos que empacharían al mismísimo Willy Wonka. Las noticias de la posible resolución del conflicto eran muy pesimistas.
El segundo día ya me digné a darme una vuelta, y conocí a algunos de mis compañeros de espera. Una familia muy simpática con dos niños pequeños muy educados. Una adorable pareja muy excéntrica y adorable, que me llamó la atención porque eran dos extremos totalmente opuestos que encajaban a la perfección: Johnnie era graciosísimo y muy nervioso, y Francesc era inteligente, reflexivo y calmado. Un anciano muy malhumorado que llevaba a su viejo compañero canino en un maletero (aunque el perro me cayó bien).
A partir del cuarto día me aventuré a caminar un poco más lejos. Total, tampoco parecía que fuésemos a movernos pronto.
Cuando llevaba caminando como 15 minutos, encontré una especie de camping entre una plaza de coches, que tenía como cabeza de poblado una autocaravana gigante, donde había una tela pintarrajeada que rezaba “Casa Inés”. Un bar. Un puñetero bar en un atasco. Imaginaos mi puta cara en ese momento.
Allí fue donde conocí a Eva.
Estaba sentada en una de las minimesitas tomándose una cerveza de una marca que no conocía. Le pregunté si podía sentarme, puesto que no había tampoco muchos sitios, y me sonrió mientras asentía.
Mientras Inés, que “sorprendentemente” era la dueña del garito, me daba a probar la “Schorpessauer” (no sé si he escrito el nombre bien), Eva y yo nos presentamos. No me contó gran cosa sobre ella, pero estuvimos hablando hasta bien entrada la noche de muchísimos temas en común. Tenía un humor bastante negro, pero que siempre conseguía sorprenderme. Consiguió que echara la “Eschpoessaure” por la nariz.
Quedamos en vernos en el mismo sitio al día siguiente.
No recuerdo nada demasiado vívido de los días siguientes hasta los doce o trece días de atasco. Simplemente recuerdo paz. Calma. Una sensación de armonía con la vida que no he vuelto a sentir otra vez.
Una noche presenté a Eva a Johnnie y a Francesc, y juro que me reí tanto con ellos que llegué a temer por mi vida. Irónicamente, a John no le gustó nada la “Scopchessaeur”, pero el «melocotón» que se cogieron Eva y Frank les ayudó a hacer una actuación de Oscar de “qué pasaría si un mono que habla tuviese que comprar un billete de avión a Japón”. Y yo volví a echar la cerveza por la nariz.
Quince días después del inicio del atasco, Eva y yo nos dimos una vuelta bastante larga, y encontramos una zona donde habían fabricado con cuerdas, mantas y barcas hinchables una zona de baño improvisada.
Ese fue mi segundo día favorito de todo el conjunto, porque el primero ocurrió sin ninguna duda dos días antes de que se resolviera el conflicto y se despejara la carretera.
Conocimos un grupo super majo que habían formado una especie de banda de música en un claro, como a 20 kilómetros de mi coche en dirección a mi país. Aunque yo intenté sacar algunos acordes vagos con la guitarra, la verdadera sorpresa fue ver a Eva tocar la batería. Dios, creo que no puedo explicarte suficientemente bien lo que sentí en ese momento. No sé si recuerdas leer la última hoja del que aún no sabías que iba a ser tu libro favorito, o dar un abrazo a tu mejor amigo al que sabes que no vas a volver a ver en un tiempo. Esa sensación de cierre de concierto de tu grupo favorito, con tu tema favorito, sin saber que la euforia que sientes en ese momento caerá en picado y sin frenos cuando la sala se vacíe, fue la sensación que yo tuve al ver a Eva golpear, con el pelo oscilando arriba y abajo, cacerolas y tambores rudimentarios con unas baquetas de madera. Esa noche dormimos en mi coche, y puedo prometer que no he encontrado un lugar más cómodo en el que dormir desde entonces.
El último día antes de la resolución del conflicto la radio ya arrojaba datos “optimistas” sobre el inminente despeje de la carretera. Yo fui corriendo a buscarla, pero la persona que me encontré no era la misma que la noche anterior vi sudar un mar de energía; no era la misma que hablaba con arte y sin tapujos de cómo solucionaría dejarse las llaves dentro del coche; no era la mujer que vi realizar un salto del ángel perfecto desde 4 metros a un océano que si antes nos amenazaba, en ese momento nos acogía. No, no era ella. Era la deshumanización de Eva. Era un témpano con hipotermia. Era la sala vacía, el libro acabado, el asiento de copiloto desocupado.
No nos despedimos.
Al día siguiente me desperté solo, con el movimiento de los coches que había delante de mí. Me permití el quedarme un rato en ese fragmento de carretera, a un lado, pensando en todo lo que había vivido.
El caso es que me gustó “Holden Caulfield”. Buenos restaurantes, playas con chiringuitos preciosos y gente maravillosa.
Pero a mí todo eso me dio igual, porque no encontré lo que buscaba.
Deja una respuesta