Sin duda tuve, lo que se suele decir en estos casos; un mal día.
Llevaba mas de diez minutos hablándole a la chica que se reflejaba en el espejo de mi habitación. Estaba colapsada, necesitaba encauzar mis ideas, poner en orden mis pensamientos…
– Necesito salir, que me de el aire; sentarme a tomar una copa, dejar que mis ideas fluyan, darles total libertad.
Al asomarme por la ventana, vi que caía un agua muy fina. 
– Vaya, por qué precisamente hoy. Estos días me ponen melancólica.
En vez de quejarme, pensé que debería sacarle el lado bueno y positivo a lo que estos días me hacen sentir.
Más s o menos convencida por mi autoanimación, comencé a darme ese toque que nunca descuidaba si decidía salir.
Aunque llovía, la temperatura era muy agradable; así es que decidí ponerme, unas mallas negras imitación cuero, un jersey de tirantes en rojo con algo de escote, zapatos negros algo calados con un poco de tacón y una americana negra.
Mirando de nuevo a la chica del espejo, dije….
– Vamos a por ello, ¡tú puedes!
Cogiendo el bolso y el paraguas, salí a por ese rato conmigo misma; a escuchar a mi yo interior, la voz de mi conciencia. Había traspasado el umbral de la casa cuando ya comencé a sentir que me iban embargando sensaciones y sentimientos.
Despues de haber caminado casi una hora, llamó mi atención el rótulo de lo que me pareció un club; aquella guitarra acústica y el micrófono me engancharon. Al acercarme y leer lo que ponía en aquella pizarra, se me dibujó una sonrisa.
– Música y voz en directo, ¡me encanta! Seguí leyendo…. Solo pedimos dos cosas; disfruta y valora lo que con esfuerzo y cariño ellos y ellas te ofrecerán. – ¡Por supuesto!

Sin perder mi sonrisa entré enseguida. Ya dentro, uno de los camareros me saludó cortésmente, indicándome que las mesas estaban en la planta superior. Dándole las gracias, comencé mi ascensión..
Cuando mis ojos advirtieron la sala, comenzó a embriagarme algo muy especial, resultaba tan atrayente, sugestiva y a la vez tan acogedora.
Uno de los camareros de la sala con un afectivo saludo, me acompañó a una de las mesas ubicada  junto al gran ventanal; tras sentarne me preguntó que iba a tomar: le pedí una copa de vino aceptable, guiándome me dijo que seguro me gustaría el que solían recomendar; sonriéndole asentí.
Mirando tras la cristalera aprecié el paisaje ya nocturno; era precioso, no podía pedir más, pero lo hubo. En mi mesa bajo aquel cristal protector, había una especie de carta o poesía; su titulo «Goliat». Al leerlo, un cúmulo de sensaciones y sentimientos embargó todo mi cuerpo, pues aquello me había otorgado nuevas ideas que fluían como agua de manantial; enseguida tomé notas en mi pequeño bloc. Interesada me centré al término de éste, el cual estaba firmado por su autora. *Inés* de la Higuera. Sacando mi móvil me informé.
– Extraordinaria mujer. Ojalá algún día tenga el placer de conocerla.
El camarero ya junto a mi mesa, me dejó la copa de vino y algo para acompañar.
– ¡Muchas gracias!
– Un placer. Mira, ya sale el último de nuestros invitados. Retirándose me deseó buena noche.
Tras la amena presentación del cantante; Juanmi, nos deleitó con unas cuantas canciones de gran variedad, compuestas como ya nos dijo por él mismo. Su broche final para aquella inolvidable noche, fue una canción adaptada de la poesía «Goliat» la cual dedicó a su amiga *Inés* por su pronta recuperación.
Mientras el artista invitado cantaba, iba siguiendo la letra de la poesía acompañada por sorbos de aquel gustoso vino; seguramente me hicieron efecto, pues acabé cantando a la par que Juanmi.
Fue una mágica e enriquecedora noche: brindo por tu pronta recuperación y vuelta a la escritura *Inés*. Un Abrazo…