Fue in(é)sperado encontrar
aquellos versos,
hay cosas que llegan
casi como un tranvía por el mar
y sueltan chispas de caligrafías in(é)stimables:
«querría no escribirte estas palabras,
pero la lengua es un riachuelo salvaje
y las manos lo abarcan con forma de cuenco»
con forma de cuencas
in(é)specíficas, pero que agarran
como el último libro que empezaste
el día en que también te regalaron una rosa,
sí que agarran, las manos,
y las miradas, in(é)scrutables,
y a la vez gritan:
«suéltame los ojos, amor mío,
la noche ha tendido sus brazos y no hay más que decir»
pero no sueltan,
más aun aprietan cuando
la in(é)stabilidad
y entonces todo puede ocurrir, in(é)speradamente,
incluso la quimera.
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