Hace un mes tuvo que marcharse de casa. La convivencia con su mujer estaba viciada y era mejor poner tierra de por medio antes de que los gritos y los portazos decidieran ir más allá. Desde entonces, vaga por las calles intentando subsistir. Los primeros días ha dormido junto a una agencia de viajes para reflexionar sobre esos proyectos de conocer mundo que quedaron pendientes porque él los posponía por pereza o desinterés.
De ahí ha pasado a pernoctar junto a una inmobiliaria, con la ilusión infundada de que quizás le trajera un golpe de suerte y pudiera conseguir de alguna forma ese apartamento en la playa con el que su mujer siempre fantasea. Tres noches ha descansado enfrente de una guardería, solo por ver las caras risueñas e inocentes de los niños. Quizás podrían haber traído aquí al suyo si él no se hubiera encabezonado siempre en dejarlo para otro momento.
También ha pasado unas noches junto a una sucursal bancaria, y una agencia de empleo, donde ha podido recapacitar sobre esos trabajos que siempre rechazaba porque vivía demasiado bien a costa del dinero que traía su mujer a casa. Tanto tiempo para pensar le ha hecho reflexionar, pero su cuerpo no se alimenta solo de conclusiones. Lleva muchos días sin apenas comer y los sueños sin alimento nacen débiles y terminan por evaporarse. Para solucionarlo, anteayer ha elegido un polígono industrial lleno de productos de alimentación para dormir. A pocos pasos dispone de una fábrica de quesos y otra de embutidos; solo le falta una bodega para que la imaginación trabaje a gusto.
Su barba y su pelo se enmarañan, las tripas le suenan a tubería atascada y la falta de fuerzas hace que apenas pueda moverse. Sabe que malvivir en la calle, mientras imagina cómo habría sido su vida de haber tomado las decisiones correctas, también tiene su fin. Si consigue pasar de esta noche, tiene pensado cuál debe ser el paso para seguir mañana. Tiene dos opciones: regresar a casa y pedir perdón sincero por el daño causado o caminar unos pocos kilómetros para dormir una última noche junto a la tapia del cementerio municipal.
Deja una respuesta