Nos cogimos de la mano y, tras una última caricia, nos lanzaron al frío e infinito abismo del espacio. Habíamos pasado de ser héroes a terroristas en cuestión de horas. Tal era el precio de enfrentar la tiranía y la injusticia. Pero no nos importaba, moriríamos con la cabeza bien alta, como cada uno de los hermanos y hermanas que habían caído antes que nosotros.
Nuestra causa fue justa; no necesitábamos nada más.
Deja una respuesta