Un mundo en un dormitorio.
No necesita más. Allí se concentra todo el universo. Le visitan dragones, salva reinos, cabalga unicornios y le dejan hasta tener un cachorrito. Por las noches cuenta estrellas en el techo.
Sus muñecas hacen como manda. A las 12 un desayuno y a las 17 el té. En la cocina de los mayores no le dejan tomar té. En su mundo le echa hasta purpurina y es del color que ella quiere.
En esas cuatro paredes no hay miedo. Los monstruos no salen del armario para comerte. ¡Se apuntan a merendar!
Los marcianos viajan en una nave espacial diminuta que traspasa la rendija de la ventana. Sólo ellos caben por esa abertura. Ellos y la suave brisa marina que inunda su habitación del frescor estival. Por ahí escucha cantar a las sirenas. Ellas viajan en delfines de colores, saltando olas y arcoíris.
Debajo de la cama vive un conejo. Le marca el tiempo y le avisa de que un día crecerá y tendrá que salir de su habitación.
En el pesar y desesperanza de tan aburrido futuro, ella lo escribe todo. Tatúa sobre papel su presente, su mundo. Le da nombre a sus fantasías y dibuja con adjetivos más de mil maravillas que inventa cada día. Su pluma es de colores y describe todas sus pasiones. Su libro es la historia de su infancia. Pura, alegre y con fecha de caducidad. El gran libro de Inés, Inesita, Inés.
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