Pocas personas en la sala de espera, actualicé las aplicaciones para ver novedades y matar el tiempo. Apenas me di cuenta un rato después que la voz que nombraba a los pacientes desde detrás de la puerta abierta no era la de mi médico habitual.
Suerte que voy solo de vez en cuando, pero a este paso con la de sustitutos que me han visitado estoy rellenando las prácticas de jovencitos ex MIR recién titulados. Lo de MIR creo que significa ya en consulta Mírame e Intenta Respirar, porque hay que ver qué justos van de mecanografía con lo que deben saber de medicina… Pueden estar tecleando como locos con los dos índices después del consabido ‘siéntese’ un promedio de cuatro minutos sin articular palabra alguna. Aunque no lo parezca, les aseguro que es mucho tiempo entre dos desconocidos que de pronto van a hacer y tomar declaraciones muy íntimas.
El joven en este caso era hombre, unos 33, pero sin ser el perfecto Cristo, los cristales de sus gafas eran del grosor de los de seguridad del banco, aquel cabello estaba milimétricamente peinado hacia la derecha como si fuera la legión desfilada y aparcada con un leve toque de brillantina, y sus dientes frontales despuntaban de su perfil hacia adelante, lo que hacía que no pudiera cerrar la boca naturalmente. Eso lo vi una vez acabó su discurso de teclas, ya que el ‘siéntese’ fue como un play back desde sus asuntos y sin mirar más que su pantalla.
El caso es que tras la espera mecanográfica “indicada”, me miró por primera vez como si hubiera yo caído del techo a la silla en una especie de sortilegio. Yo también me sorprendí, no creí tener una apariencia tan peculiar como la suya para espantarle tanto, de hecho cuando la gente me conoce me dicen a menudo aquello de “me suena tu cara”, por lo que he llegado a la conclusión que debo tener un rostro la mar de corriente.
Rompí el hielo y su mirada detrás de todo ese grueso cristal con un qué tal, para tantear si seguir o dejarle hablar. Esgrimió una mueca parecida a una semi sonrisa robotizada, así que continué. Le expliqué que mis lumbares estaban quejándose hacía un par de semanas y prefería hacer alguna prueba para descartar nada de huesos, rápidamente se llevó las manos a los riñones frotándolos con pesar como si fuera la lámpara de Aladino, pensé que era una próxima forma de escuchar, pero me quedé pasmada cuando me contestó que a él también, que no sabía qué podía ser, pero que sospechaba que podría ser su reciente estreno en padel. Ladeé la cabeza extrañada y seguí mi repertorio buscando wifi médica: mis cefaleas tensionales no me dejaban tranquila dos veces por semana y le expliqué que quizá podríamos cambiar el analgésico, él volvió a reaccionar conectándose con las palmas de las manos en sus sienes y suspirando dolorido me lanzó que iba a tomar naproxeno porque la jaqueca llevaba dos horas sin abandonarle.
Empecé a pensar si se trataba de alguna broma y miré arriba, en las esquinas, buscando cámaras, con la boca abierta y esperando la entrada de algún famoso. No pasó nada, él seguía mirándome fijo a través de sus culos de vaso. Pensé en volver a intentarlo y aclaré muy técnica yo, que la cefalea, las lumbares y quizá la molestia en el trocánter podrían ser por el mismo motivo. Acto seguido se levantó y caminó arrastrando una pierna por no movilizar la cadera hasta la impresora y volvió igual a sentarse con una hoja en la mano. Mi paciencia empezaba a derramarse sin remedio, pero ya en ruta, me pareció mejor salir por peteneras.
- Oiga, no sé si es usted un bromista o solo un payaso…
- No, señora, soy médico, pero extremadamente hipocondríaco y aprensivo, con lo que, todo lo que padecen mis pacientes se me antoja como mío tal como lo oigo, así que ya ve… -esta vez me sonrió más incómodamente.
Opté por la retirada y drogarme directamente con el botiquín de casa esperando el alta de mi médico de cabecera. Mientras me levantaba y me colgaba el bolso, eso sí, no pude resistir una pequeña venganza por el tiempo perdido y la incompetencia del servicio.
- Pues se me olvidó comentarle que tengo hace ya días piojos, de los grandecitos y me pica la cabeza a rabiar, y por cierto que creo que la comezón de la vulva van a ser hongos, cán-di-do me parece a mí… Buenas tardes.
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