A veces siento que me voy de mi cuerpo y huyo del barrio, mientras mis pies permanecen anclados al asfalto hirviendo. Noto el olor a marihuana en el parque infantil, mientras oigo rapear a esos críos, sin el menor sentido del ritmo. Tienen la tecnología, se graban con el puto móvil. Tienen software que entona las notas por ellos. Los videoclips al alcance de la mano. Igual es eso, la nula necesidad de esfuerzo. Tú tenías un cuaderno, un ritmo grabado a saber cómo y un boli azul. Y con eso encarabas a todos. O lo hacías, o morías.
Pero ese no es el caso.
Sigo yéndome, decía, buscando la frontera. Un poco más allá, tres familias al completo enganchan una tele a la toma de la farola, se acomodan y se ponen a engullir y a llenar todo de mierda y de ruido. En los arriates de los árboles se amontonan las litronas. El ruido de un coche saliendo de ruedas silencia la conversación. En la plaza pintan las farolas de rojo para tener su propio club privado nocturno. Hablan mientras miran sus móviles. Se juntan para mirar el móvil acompañados. Dos niños se tiran arena a los ojos. Una adolescente se pone los cascos delante de sus dos amigas. Baila y canta delante de ellas, pero baila y canta sola. Alguien las mira: aquella niña tendrá dos años y lo observa todo, lo registra sin esfuerzo. Al poco, tira arena ella también a su padre, como los niños mayores. Pronto imitará a la que canta sola. Después, quién sabe, a los que holgazanean en el banco tirando litronas. Luego, al del porro de marihuana. Si llega viva, acabará dando vueltas a la manzana a noventa por hora, haciendo derrapes, esquivando a los niños que como ella un día corrieron por allí. Después, imagino, se descuidará, tendrá hijos joven, que no podrá educar porque le dará la hora de vivir o porque tendrá que matarse a subsistir. Años después bajará a engancharse a la farola para ver la tele.
Quién sabe si alguna vez se le pasará por la cabeza, remotamente aunque sea, salir huyendo de allí como huye mi mente ahora.
Aunque los pies de ambos sigan atados a la mierda que nos tiran al suelo.
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