Un pensamiento sobre el equilibrio

Si riegas en demasía una planta,
sus raíces, saturadas, dirán basta.
Ahogarás sus intentos de florecer
sana, fuerte, hermosa, empoderada.

Si riegas en déficit una planta,
sus raíces, débiles, dirán basta.
Anularás sus intentos de florecer
sana, fuerte, hermosa, empoderada.

Equilibra el riego a su necesidad
y verás cómo ella misma crece,
florece, sana, fuerte, hermosa.
Serás testigo del brillo en sus pétalos.

Lo mismo pasa con las personas.

El equilibrio reina en el mundo
poco conscientes somos de ello.
A pesar de nuestros excesos.
A pesar de nuestros defectos.

Tendemos a ir hacia los extremos,
nos encerramos y radicalizamos:
«Eres el amor de mi vida».
«No debí haberte conocido».

Dos opuestos tan antagónicos
que cuesta creer que nacieron del amor.
Pero ese es otro tema.
Volvamos al que nos ocupa ahora:

Pasa el tiempo, las personas, la vida;
creces, maduras y ganas experiencia.
Nace el punto medio, el equilibrio,
donde matizamos lo vivido.

De la devoción y la frialdad
nace el agradecimiento,
al menos, eso creo y profeso
en este ejemplo.

¿Que qué quiero decir con esto?

Que busques tu equilibrio interno
en cada acción que tomes,
en cada empresa que emprendas,
en cada aspecto de tu vida.

Sé como el jardinero inteligente
aportando exactamente a tus semillas
los nutrientes para vivir y florecer
fuertes, sanas, grandes y hermosas.

Al menos, si esa es tu meta.

Si quieres crecer sano y fuerte
a todos los niveles vitales,
busca el equilibrio en cada uno
y así dominarás tu sino.

Y así gobernarás tu mundo.

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