Primaversa

He venido a desnudarme porque hoy no me importan las miradas verticales. Hay luz y puedes verme, aunque desconozco si ésta proviene de la bola brillante o de los mordiscos de luna que doy cada mañana desde la palma de mis manos. Pero ya no importa. ¡Hay luz!

Mi piel da la bienvenida a tu abrazo en este océano de palabras y barcos juntaletras. En la inmensidad del azul brillan los corazones rotos que lanzan sus mensajes desde el agua dejando atrás la sal de su estela amarilla. Aún así, palpitan.

Tomo la sangre de mi pecho y escribo:

“El llanto de una niña sin rostro se me inyectó en forma de herida.
Por una cascada terrible se suicidaron las margaritas sin cabellos.
Fue imposible recoger sus cuerpos, todo parecía hundirse en un universo descompuesto.

Después de ca

er

pro

fun

do

me encontré con el silencio de la nada y la extraña del espejo, que me hablaba con gritos cóncavos del dolor de un alma cándida.

Resistencia. Explosión. Desconsuelo.
Culpa.
Miedo.
Expiación.
Expiración.
Espiración. Inspiración. Ciclo.”

Este es mi mensaje. «Este es mi cuerpo». Y esta está siendo mi resurrección en tiempos de Primaversa.

La mujer de rojo.

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