Infierno

Cuando llegué al salón de banquetes, el fuego lo había devorado prácticamente todo y una lluvia de ceniza aún incandescente caía sobre el lugar dotándolo de una atmósfera infernal y desesperanzadora. El medallón de mi cuello comenzó a sacudirse. No había duda de que la muchacha estaba allí; y necesitaba mi ayuda.

Me arrastré por el suelo evitando así el humo y fui siguiendo las indicaciones del artefacto mientras me preguntaba cuál habría sido el origen de aquel desastre. Volteé varios de los cadáveres que yacían en mi camino y vi en todos ellos las mismas venas negras y los mismos ojos descoloridos. De sus narices y bocas salía una sustancia amarillenta y espumosa que parecía burbujear al contacto con el aire.

La respuesta era simple: los habían envenenado.

No tardé mucho en encontrar a la princesa, inconsciente y semienterrada entre escombros. Aun así y, a pesar de alguna herida superficial de la que brotaban finos hilillos carmesíes, parecía intacta. Sospechosamente intacta.

Tras ver que no reaccionaba a mis llamadas, inspeccioné su rostro. Pero los síntomas eran más propios de la sedación que del envenenamiento. ¿Qué sentido tenía todo aquello? Parecía como si hubiera recibido un daño controlado. Exactamente como si fuera… un cebo.

Entonces una carcajada lunática llegó desde el centro de la sala. Me giré, pero las llamas y el humo distorsionaban cada línea y cada ángulo. Tan solo pude ver una sombra negra, una mancha. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí?

—No sabía si vendrías —dijo la sombra en tono jocoso—. Últimamente es difícil sacarte de tu cueva, Perro. 

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: