*D2L*
Lo bueno de las salas de espera de hospital es que te hacen añorar una buena resaca en el trabajo.
Te hacen echar de menos los momentos en los que llamabas “mamá” sin querer a una profesora en el colegio, o cuando hacías un chiste con un total de cero unidades de gracia justo en el momento en que tienes toda la atención del grupo.
*57N*
Estoy tan aburrido y hastiado en esta cárcel de sillas y pantallas, que creo que de aparecer por la puerta mi maravillosa profesora de física del instituto (aquella que haría soltar a Cruella de Vil un “eh, te estás pasando, tía”), le daría palique.
De verdad ¿Eh? Le pediría por favor que me explicara con pelos y señales el grado de parentesco que tenemos un pulpo a la gallega y yo. Me interesa.
*6PF*
Yo, que me considero una persona medianamente extrovertida, que por mi trabajo conozco y mantengo conversaciones con una media de 30 personas diferentes a la semana, en estos momentos paso a ser una ameba patológicamente muda que dirige su organismo a través del móvil, y que si apartara la vista medio segundo de él, correría el riesgo de implosionar. Nadie se daría cuenta, pero tengo confianza ciega en que podría ocurrir.
*LW4*
Una señora piensa que le ha tocado a ella, y está de discusiones con la doctora que llamaba en la puerta a los rezagados.
Oigo desde mi asiento toda la fanfarria con la oreja chiquitita, no vaya a ser que me pidan la opinión y tenga que hacer acto social.
Sin embargo, la curiosidad me puede y miro justo en el momento en que la doctora se va. La señora y yo nos miramos (¡No puede ser!), y de repente el tiempo, si ya de por sí corría lento, ahora acaba de sentarse en un poyete y de encenderse un cigar.
*CDJ*
Viendo en mi un CLARÍSIMO aliado en esta batalla (buena capacidad de percepción por parte de Señora #1), noto como va llevando su puño a una de sus caderas. Yo empiezo a «camaleonizarme» con la pared de yeso que hay detrás de mí. Su ceño empieza a arrugarse, y todo el color que pierde mi rostro lo va ganando el suyo.
-¡¿TE PUEDES CREER?! ¡¿TE LO PUEDES CREER ÉSTO?!
Yo acierto a hacer un gruñido a caballo entre un pingüino enfadado y el de las dos tortugas dándole caña al tema. Gracias a Dios, al Universo, al Olimpo, a Kratos y a Hacienda cuando está de buenas (a todos esos me encomendé), a la señora le sirvió mi “apoyo” silencioso y se volvió a sentar.
*FXL*
¡Por fin!
Me levanto y busco la sala que me toca como el que corre hacia la luz Caroline.
Quizá lo que más me jodió de aquella mañana, irónicamente, es que la doctora fue majísima conmigo. Maravillosa, la mujer. Debe ser que no sabía la guerra que se estaba librando dos puertas más allá. O dentro de mi cabecita. Mejor para ella.
Total, que me van a quitar una muela del juicio, y quizá por eso lo perdí hoy al escribir el texto de esta semana.
Mando un beso en el ojo y disculpas a partes iguales a Sol, que es la especialista en textos de intención humorística, y a Behindme que es la que más derecho tenía esta semana a hablar de salas de espera.
Pero si los mejores textos surgen del dolor, juro que esa mañana salí mártir del San Carlos.
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