El lector de Julio Verne

Soy el piloto 7AlphaX5, viajo en un carguero espacial tipo Dungeon, una nave para transporte de residuos de minería espacial de un solo tripulante. Llevo un año como piloto y cumpliré los 18 ciclos el mes que viene, justo cuando la nave llegue a Sylon7. Espero que me reciban con una tarta…

Tras una serie de problemas por una carga mal fijada, la nave sufrió daños en el sistema de navegación. Me desvié durante dos días del rumbo hasta que el ordenador central descubrió el error. Durante el retorno a la ruta establecida, me vi atrapado en un campo de hielo interestelar, con fatales consecuencias. Un trozo de hielo impactó en la nave dañando el sistema de comunicaciones a larga distancia. Os diré una cosa: Aunque el espacio sea hermoso, a nadie le agrada salir al exterior de una nave que viaja a unos vertiginosos noventa mil kilómetros hora únicamente con un par de botas magnéticas que pesarán unos 800 gramos como único sistema de anclaje.

He salido a reparar la nave con el cinturón de herramientas y el maletín de repuestos. “Señor coraje, ¿me permite este baile?” me he dicho a mí mismo. Las botas me mantienen pegado al suelo, las he puesto a toda potencia por seguridad y noto que me cuesta mover cada pie. Lecturas: batería al 94%, oxígeno 80%. Tengo que recorrer media nave, pero al fin llego al exterior del puente de comunicaciones. El hielo ha perforado una de las cajas de alimentación de datos que hay fijadas al poste de la antena, no parece muy grave, y afortunadamente la antena está bien. Me pongo a ello y en una hora cambio dos de las tres placas afectadas. Batería: 53%. Parece que el incremento en la potencia de las botas está consumiendo más energía de la que pensaba.

La última placa estaba doblada, con dos tornillos de la sujeción partidos en su interior. No lograba aflojarlos, y tuve que usar las herramientas más tiempo del esperado, sumándose al preocupante gasto de energía. Batería: 23%. He notado que, al bajar la energía del traje, el magnetismo de las botas ha ido disminuyendo, y mis pies están cada vez más sueltos. Ahora mismo estoy apoyado en una plataforma cóncava junto al poste de comunicaciones, agarrado siempre con una mano a la caja del poste, ya que noto los pies muy ligeros y podría salir despedido hacia el vacío en cualquier momento. Oxígeno: 15%. Batería: 12%. Es hora de volver a la nave.

El paisaje es tremendo, estoy cerca de 55Cancri, uno de los planetas diamante. Es peligroso, pero voy a tomarme un minuto admirando su belleza. Un fulgor azul en medio de la oscuridad eterna que corta el aliento. La presión entre sus capas de carbono y diamante y su alta temperatura hacen que Ralip, su volcán gigante, lance nubes de polvo de diamante al espacio a cientos de kilómetros de altura. Por cosas como éstas me hice piloto, mil reflejos de mil colores brillando al contacto con la luz, inundando por un momento el negro vacío espacial. Pareciera que uno pudiera coger un puñado de ellos tan solo moviendo la mano… Oh mierda… He movido la mano… … … En fin… como habréis adivinado, he salido volando al espacio… Las botas perdieron totalmente la sujeción magnética y el simple movimiento de mi brazo ha generado impulso suficiente como para despegarme de la nave, con la suavidad de una pluma en el vacío. Para cuando me he dado cuenta ya era demasiado tarde… ¡Maldita sea!

Me doy cuenta de que, este mensaje, que era una comunicación rutinaria, ahora van a ser mis últimas palabras… Así que… ¿Qué decir? Mi trayectoria actual está cerca de la órbita de 55Cancri, quien sabe, quizá acabe en una tumba de diamante. Pero a este paso no sé si llego, la cosa no pinta bien. Mis lecturas indican un 8% de oxígeno y un 6% de batería. Poco tiempo…

…Perdonen el silencio, pero la realidad de la muerte es abrumadora para un piloto joven y solitario. Veo mi nave desde aquí, nos alejamos lentamente la una del otro, como dos sistemas solares… la echaré de menos, como al resto del mundo. Aun así, estoy seguro de que a esta distancia el mensaje se sigue grabando, y lo recibirán cuando la nave llegue a puerto. Como iba diciendo, perdonen que… que… ¡Por las barbas de Julio Vern… …

Silencio espacial. Aquellas eran las últimas palabras registradas en la grabación. Nada más se supo de aquel joven. Silencio espectral, el que recorría la sala principal de operaciones. Todos miraban la tarta pensando en aquel piloto, que ahora brillaba con luz de gas, viajando a través del espacio.

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