Al escribirte

Y quién soy yo para escribirte…

Quizá precisamente lo que escribo. También el ritual tácito que se ha perpetuado y que sirve de antesala al vómito redactado de los domingos. Ritual que consta de sacrificios emocionales, o de algún tipo de costra que rasco porque pica y gusta. Las sábanas de mis fantasmas a veces me dan calorcito, y ese es el combustible más eficiente para encender la siderurgia en cadena que acaba conformándote.

Pero hoy estoy disperso… ¿Será que hoy soy menos? 
Pero el qué. 
¿Miedos, euforia, melancolía, amor? Un saco de huesos con un caro abrigo epitelial que lo cubre. Hoy me faltan los Toppings.

Quizá para escribirte tenga que ser yo, y cuando no lo soy no sé decirte, no me habla de ti el subconsciente con el apremio y la emoción del doctor Frankenstein.
Recuerdo cada “¡ESTÁ VIVO!”, justo después de terminar de leerme. De leerte.
Cada vez. 
A lo mejor la manera más eficiente de sentirme vivo es “hurt myself”, como Johnny Cash.
A lo mejor esto es la “paz” placentera que disfrutan los humanos…

O quizá simplemente ayer descansé muy bien, disfruté un disco nuevo, comencé a leer “por si las voces vuelven” de Ángel Martín y me salió un cocido de puta madre. Disfruté de quien soy.
También es posible que en lugar de no ser, hoy sea más que nunca.
Y ni yo soy yo, ni tú eres tú al yo escribirte.
Pero hoy también eres

Y te quiero con la misma intensidad que cuando me salvas.

P.D.: adoro el 13.

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