Pilas imposibles de libros, columnas estacionarias le rodean. Desde su espalda no solo se oye, se ve su respiración. Entra, retiene el aire un segundo y se le escapa teniendo que volver a cogerlo. No para de escribir, tal vez porque la inspiración es demasiado volátil o porque lo que necesita soltar es un peso muy grande.
“Nos veremos en la superficie del Sol, las llamas se apartarán cuando te acerques. Será una muerte amable. No arderás, las llamas te abrazarán y justo antes verás arcos de luz, costillas flamígeras que surcarán el cielo desde el suelo para tu gloria. Será una muerte amable. Te consumirás entre alegría, te lo prometo, será hermoso. “
Levantó la pluma, vibró en su mano y ardió. No tuvo más remedio que soltarla en mitad de la buhardilla. Ahí se consumió. Volvió su mirada a lo que acababa de escribir horrorizado, era obvio que había sido él quién lo había escrito pero se sentía mancillado, como si algo lo hubiera usado para escribir aquello.
Los siguientes tres días los pasó paranoico, desconfiando de sus pensamientos y su cuerpo. Su lenguaje corporal cuando tenía que salir al exterior solo hizo que consagrar la fama que ya tenía de bicho raro. A la mañana del cuarto día el miedo se desató, pues se hizo la pregunta: ¿Y si para combatir el mal, para desenmascararlo, no solo basta con voluntad y buenas y justas intenciones? ¿Y si había emprendido el camino un recipiente débil? ¿Y si el origen del mal estaba en personas como él?
La magia murió hace tiempo porque el mundo pensó que era simple. Que el poder,lo bueno, lo malo, eran absolutos. Que el conocimiento era un arma arrojadiza inequívoca, una medalla, un diploma, un título. La magia era orgullosa, llena de matices, más relacionada con el arte que con cualquier otra cosa, mucho más poderosa porque relacionaba la complejidad entre las cosas con elegancia. Sin embargo el mundo quiso canalizarla, predecirla, simplificarla, guardarla para usarla y…la magia no era ciencia, a la magia no le llamaban por su nombre y por lo tanto un día, sencillamente, no respondió.
Y ahora se encuentra nuestro protagonista 1300 años después en medio de una buhardilla la noche del cuarto día, con una puerta abierta que solo ve él y una sombra al otro lado.
La magia espera.
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