Me siento bloqueado al intentar escribir rimas más precisas.
Como si de mi mente brotara una cornisa apuntando al vacío
y yo despavorido no quisiera saltar por el miedo a decir adiós.
Tantas veces pensé en decir: «Chao, mundo cruel.»
Tantas veces me sentí aturdido por las trampas del destino.
Tantas veces me vi entre encrucijadas no aptas para niños.
De todo ello aprendí.
¿En quién piensas cuando quieres hablar de tu gran éxito?
¿O cuándo sientes una pena inmensa en tu corazón?
Sí, esa persona.
A esa persona le proporcionas tu felicidad y tu agonía.
A esa persona te apegas día a día.
No emito juicio sobre ello.
Tan solo «es».
Como todo en esta vida.
Me hicieron esas preguntas, hace unos días y no supe qué contestar.
Aprendí de niño a sonreír, si llovía, si hacía sol, si estaba nublado…
Sonreír ante cualquier situación que se me imponía.
Aprendí a no depender de nadie,
pues nunca hubo nadie ahí para salvarme.
Como dijo Nach:
«Y temblaba cada poro de mi piel
sin nadie que me abrazara y me dijera: todo irá bien.»
No te confundas.
No me compadezco.
Es un análisis de algo neutro acontecido años ha.
Nada más echaba la mirada atrás.
Igual te ayuda a reflexionar y agradecer
el tener a tu lado alguien en quien confiar.
Aunque pensándolo bien…
A mi lado hubo una compañera sempiterna.
Incluso le escribí poemas.
«Sin ti» fue el más bello.
Mis versos favoritos eran:
«Sin ti no la habría conocido a ella y una vida sin escribir, sin duda, no puede ser una vida plena.«
Mentiría si dijera:
«Observo aquella etapa con alegría»
No es verdad.
La congoja revive en mi pecho recordar.
Sin embargo, agradezco lo vivido sin dudar.
No estaría aquí escribiendo,
si no la hubiera conocido en mi adolescencia;
no habría habido duda existencial para reflexionar
ni nuevos horizontes para explorar.
Aun así siempre la rechazaba y me escabullía.
Diversas adicciones afloraron por aquél entonces:
sexo, drogas y alcohol.
Entiéndase drogas como la maría.
Nada por mi nariz.
Hay límites que nunca quise transgredir.
Aún así,
el amor fue la droga más dura que probé,
al menos, la sensación de estar enamorado.
Súmale el ser hijo de padre y madre divorciados.
Padre alcohólico y anestesiado.
Madre a un océano de distancia, separados.
La falta de cariño brotaba en cada poro.
Así busqué el amor…
(pensándolo bien, busqué el calor de un hogar)
… en cada una de mis exs.
Tuve la infinita suerte de encontrarlo.
Ellas me recuerdan con cariño y yo también.
No te equivoques,
dejo atrás el pasado: vivo el presente.
Agradezco todo lo que me ha sido dado.
Comprendo la vida como un viaje sin retorno.
Donde compartimos el camino con otros
y descubrimos mundos insólitos,
nuevos paisajes que explorar.
Al volver a caminar solos,
aparece su compañía otra vez.
Ella siempre está ahí, a tu vera,
aunque no la logres ver.
Como decía unos párrafos atrás:
Las adicciones florecen cuando no la quieres dejar entrar.
Hay quien la evita a toda costa,
hay quien la abraza y convive con ella en armonía.
Yo era más de mitad y mitad.
A veces acompañado, otras con Soledad.
Aún así me solía anestesiar
su presencia me hacía sentir un gran pesar.
Ahora mismo estoy aprendiendo a amarla.
Noto como aparecen en mí los miedos y las dudas.
Me abraza y aún opto por rechazarla.
Paso a paso me voy rindiendo
a su amor incondicional.
Ella es mi compañera eterna.
Hace años su presencia era símbolo de abnegación
al tornarse insoportable la presencia vacua del gentío.
Sufrir, sufría igual, pero… no había que aparentar.
Hoy, ya más abierto a nuevas vivencias,
la busco, aún un poco reacio, y la acepto.
Forma parte de mí ser, refleja mis sombras:
todo aquello que no quiero ver.
Paso a paso me voy deshaciendo
de todo apego material e inmaterial.
Minimalismo es mi tendencia natural.
Paso a paso elijo creer:
todos nacemos y morimos
en compañía de Soledad.
Deja una respuesta