Vuelvo al poemario huérfano
de mis planes de futuro,
vuelo a la novela en blanco
cuyo título no quise escribir nunca.
Vuelvo a suicidarme en la rutina
porque no quiero emular a Larra,
vuelvo a la intensidad desmedida:
poco o demasiado, todo o nada.
Vuelvo a la mesa cuyas flores mustias
reflejan el color de mi esperanza,
vuelvo a la musa que no quiere serlo,
a los mensajes sin respuesta,
vuelvo al silencio intermitente,
al sonido de su voz, a las ausencias.
Vuelvo a la agenda sin tiempo,
al eco del dolor en las manecillas,
vuelvo al vacío del abrazo distante,
a la soledad del cuarto sin ventanas.
Vuelvo así a morir de nuevo,
la cuerda del profeta
tendida en el abismo
sosteniéndome en la nada,
sosteniendo mi garganta,
sosteniendo la palabra.
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