Cambios

En la vida pocas veces ocurre justamente lo que deseas para ti.
Pasa exactamente lo que tiene que pasar en cada instante.

No sé que será.
¿Casualidades, causalidades o sincronicidades?

Mmm… debería leer a Jung.

¿Habrá alguien manejando los hilos?
En realidad… poco importa.

Lo único que puedes hacer es reaccionar o accionar.
Al menos, eso he podido comprobar en mi experiencia.

¿Cuál es la diferencia, dices?

Al reaccionar estás dejando todo al vaivén de tus emociones.
Al accionar lo haces con intención, con un motivo, con un porqué.

Lo sé porque me pasé muchos años reaccionando.
Esquivando balas y poniendo el pecho.
Aprisionado sin saberlo.
Accionando inconscientemente ante impulsos de un agente externo,

Moviéndome al vaivén de las olas,
cual velero sin viento,
cual grano de arena en el mar.

Al fin y al cabo yo mismo lo vaticiné cuando escribí:
«quiero ser una piedra movida por las olas».
Así hice durante mucho tiempo y me perdí.
En medio de un basto océano me encontré
vagando sin rumbo alguno a dónde ir.

Dejé de ser piedra, no sé cómo ni cuando,
comencé a transmutar la pena y el hastío.
Sentí el calor del agua salada abrazándole,
dándome fuerzas para ir a mi destino.

El problema fue que no había destino.
Por eso vagaba, por eso vagueaba.

Es tan fácil ser una piedra…

El proceso de transmutación fue lento.
Como una oruga me envolví en mi capullo,
encerrado, aislado, en mí, reuní valor y fuerza.

Fui cambiando sin darme cuenta.
«Lo importante es lo que tienes en la testa.»
Ahí ataqué, fui a la raíz, la arranqué
para plantar mis propias semillas,
alimentarlas y recoger sus frutos.

Claro que… como cuando caminas por vez primera,
me caí, no elegí bien el terreno.
Algunas crecieron, otras murieron.
El clico vital de todo ser.

Después del primer impulso de hacerlo por instinto.
Me puse manos a la obra: leí libros y los puse en práctica.
Aprendí a elegir un terreno sano, fuerte y fértil.
Elegí una variedad de semillas centrándome
en los frutos que podrían dar.

Primero, procuré que germinaran en mi casa
dándoles las condiciones necesarias.
Segundo, las trasplanté al terreno fértil.
Sobrevivieron casi todas.

Paso a paso.

Las regué y regué.
Las observaba día sí y día también.
Preocupado por ellas,
las vi florecer.

Ahí me encontré otra vez.
Ya no había piedra.
Solo había Ser.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: