Adorables hijos de puta

La semana pasada vi dos monólogos de humoristas contemporáneos que comparten una misma línea: Ricky Gervais y Jimmy Carr.

El que los conozca, ya sabrá que son ese tipo de humoristas que o te gustan o aborreces profundamente, no hay término medio con ellos. Para el que nos los conozca, apuntaré brevemente que hacen humor en territorios mucho más allá de lo que por estas latitudes entendemos como “límites del humor”. Por ir directamente al ejemplo más explícito que se me pueda ocurrir, os podría decir que hacen chistes sobre racismo, homofobia, violación, discapacidad y cualquier otro tema que se os ocurra y que desde luego no te deja indiferente.

Hay un momento de un monólogo de Jimmy en el que reflexiona sobre la propia naturaleza de su humor y es ciertamente escalofriante la conclusión a la que llega.

Jimmy, antes de empezar con su espectáculo, advierte a la audiencia sobre lo que se va a encontrar y dice una frase a la que recurre varias veces a lo largo del espectáculo: “Los chistes sobre cosas desagradables no son la cosa desagradable en sí y no suponen su aceptación.”

Primer punto de reflexión: Hemos asistido estos últimos años a muchos casos de colectivos que se ofenden por determinadas bromas de humoristas. Lo vivimos con la famosa sonada de mocos de Dani Mateo sobre la bandera de España; lo vimos cuando Pantomima Full bromeó sobre el colectivo gitano; lo hemos visto una y otra vez revisitando gags antiguos con los ojos de hoy en día (Martes y 13 y su “mi marido me pega”, Arévalo y sus chistes de gangosos, etc…). Incluso se han revisitado canciones de otra época con la censura de hoy en día. Podéis atreveos con cualquiera de estos títulos de Siniestro Total: (“Ayatolah, no me toques la pirola” “Mata jipis en las Cíes” “Más vale ser punky que maricón de playa.”, y un largo etcétera.)

Nos hemos emperrado en que no podemos decir determinadas frases porque estereotipamos, cosificamos o insultamos determinado colectivo y desde luego que la frase de Jimmy tiene todo el sentido.

Decir que no le echamos piropos a un enano porque si no se viene arriba, es gracioso en sí. Es una frase que contiene el típico juego de palabras que hace que un chiste sea ingenioso. No tenemos que prohibirnos el reírnos de eso porque pensemos que se pudiera hacer extensivo a reírse de los enanos. No nos estamos riendo de ellos, nos reimos de la contradicción propia del juego de palabras, a través de una situación chocante, no hay más.

Me da por pensar todo lo contrario; que el censurar que nos riamos de determinado colectivo, no se hace sino marginarlo aún más, al ponernos nosotros en una posición de superioridad desde la que decidimos quién debe o no sentirse agraviado.

Es realmente absurdo si lo piensas.

Yo mismo tengo un hijo con discapacidad y se puede dar el caso de que alguno de sus tics le pudiera resultar cómico a una persona que desconozca su situación. ¿He de violentarme yo por eso? ¿Están causándole algún daño irreversible?

Ojo, no estoy diciendo que te tengas que descojonar delante de mi hijo por sus tics, estoy diciendo que si un humorista, en el contexto de un espectáculo decidiese hacer una broma con posibles situaciones cómicas que podrían surgir entre una persona con una discapacidad como la de mi hijo y otro observador, esto no constituiría un agravio contra las personas discapacitadas y desde luego, y esto lo considero capital, mi trabajo como padre es educar para que sea capaz de asimilar cualquier situación de ese tipo y no protegerlo estúpidamente en una burbuja irreal en la que no se hagan chistes de discapacitados.

Esto nos lleva al segundo punto de reflexión sobre el monólogo de Jimmy, reflexión que surge a través de una anécdota que él cuenta sobre una actuación suya.

Refiere el bueno de Jimmy que en cierta ocasión fue invitado a actuar en un centro de atención a personas afectadas de cáncer. Actuaban tres monologuistas y los dos anteriores no hicieron ninguna broma sobre la enfermedad o la muerte; lo evitaron. Llegó el turno de Jimmy y se dijo a sí mismo que si él también lo evitaba; si intentaba no ser hiriente con ellos, omitiendo bromas sobre la enfermedad o la muerte, sería engañarles. Darles una versión edulcorada de lo que es su espectáculo así que abrió el show diciendo:

“Bueno, no nos queda mucho tiempo…. (mira a su alrededor) Bueno, a mi sí.”

Y se troncharon de risa.

A partir de ese momento se pegó una hora haciendo chistes sobre enfermos terminales, hospitales, tratamientos médicos, etc… y cuenta que al final le agradecieron aquel espectáculo por poder reírse de la causa que tantos desvelos les había traído.

No me jodáis que no es para reflexionar.

Reirse de absolutamente todo es la tarea más seria que se nos ha sido encomendada. Lo tengo cada día más claro. Decía Herman Hesse que “No hay que hacerle a este cómico mundo el honor de tomárselo en serio.”, y en esa actitud hay que encuadrar la sátira, venga de donde venga.

Es un grave error personalizar en el monologuista, aquello que está utilizando en su show, y aunque es bien cierto que la intencionalidad de estos humoristas de ir siempre buscando el escándalo y la incorrección como motores de su humor cansa un poco, no está de más meterse una buena dosis de este tipo de humor para descubrir en nosotros a ese censor de lo impropio que últimamente todos llevamos dentro.

Vamos, que no nos tomemos demasiado en serio a nosotros mismos, que podemos terminar escandalizándonos por cualquier cosa.

Recomendable ejercicio.

Aplicáoslo sin ningún miramiento: tomad una característica cómica de vosotros mismos y ridiculizaos sin piedad. ¿Cómo os sentís?

Mejor, ¿Verdad?

4 respuestas a “Adorables hijos de puta”

  1. La piel muy fina tenemos hoy en día. Está la cosa más en la intención que en las palabras. Y si no, miren a los políticos, lo correctos que son. Y no hacen ni puta gracia.

    Le gusta a 1 persona

  2. Buenísima reflexión Ed y totalmente de acuerdo con ella.

    Tuve la suerte de visitar varias veces centros de discapacitados y puedes observar fácilmente dos tipos de personas: los que están idos, tristes, apagados, melancólicos y discapacitados y los que están presentes, alegres, encendidos, ilusionados y multicapacitados, y estos últimos, muy a menudo, estaban riéndose de sus circunstancias y de las de sus acompañantes en la residencia.

    Le gusta a 1 persona

    1. Hermano, de parte del contenido de mi reflexión eres tú responsable con tus enseñanzas a mi hijo este verano. Te añora desde entonces como sólo él sabe hacerlo: con alegría y sin un ápice de nostalgia o ese tipo de gilipolleces con que algunos estropeamos las cosas. Jamás olvidaré su rostro al sentirse escuchado por ti. Me cago en la hostia, que me pongo sentimental…

      Le gusta a 1 persona

  3. Era una reflexión muy necesaria sobre los límites del humor, me ha encantado Ed.
    Además me ha venido a la cabeza una referencia que utilizo siempre para hablar de esto mismo, precisamente de Ricky, que acababa su monólogo contando que en el tanatorio de uno de sus familiares habían escrito burlas en unos pañuelos, para ir repartiéndolos entre los familiares y quitarle algo de seriedad a la situación pero sin ningún tipo de mala intención.

    Le gusta a 1 persona

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: