Miedos y canciones

Porque no eres una suicida
pero nadie llama a esto asesinato
(Adrienne Rich. A una poeta, 1974).

Solté las dos monedas en su mano tal y como las había dispuesto: la cara hacia arriba, es decir, donde se lee “1€”, y la cruz, o sea, la cara del rey, hacia abajo. Así cayeron. Al dárselas, rocé su mano áspera y manchada de una suciedad cronificada que ya formaba parte de la piel habitando sobre todo las rendijas de las uñas. 

– Qué bonita la canción, gracias.

– Sí, muy chula.

Eso le dijimos mientras las monedas pasaban de una mano a otra.

– Gracias, chicos.

Eso contestó mientras nos miraba sin dejar de caminar y recogía el dinero y sus caras y sus cruces.

Venía de recorrer la otra parte del vagón. Intuimos, por el murmullo de las voces y el sonido metálico, que alguien más le extendía alguna moneda y algún cumplido. Luego, tras pasar por delante de nosotrs, cambió de vagón.

Un par de minutos antes había estado cantando, después de decir que, bueno, agradecería alguna ayuda. Se había situado en el hueco del vagón que queda entre las puertas laterales por donde se sube y se baja y viceversa. De pie, quieta, con los brazos extendidos a lo largo del cuerpo. La mascarilla puesta. Cerca del extintor que queda enfrente de esos dos asientos –en ese momento vacíos– que se pliegan si no se usan. Allí arrancó a cantar. Conocíamos el tema. Se le rasgaba la voz en las partes más agudas.

“Para empezar, diré que es el final. / No es un final feliz, tan solo es un final…”

Mientras cantaba, yo había empezado a sacar el monedero. Ana, a mi lado, o yo al suyo, también. Tomé su moneda y la sumé a la mía. Volteé las caras que son cruces, porque vaya cara tiene el de la cruz, y su cara nos recuerda la cruz que nos ha caído. Ella seguía cantando. El cuerpo quieto, solo una voz quebrada tras la mascarilla:

“Miedo de volver a los infiernos. /
Miedo a que me tengas miedo…”.

Y, en cierto modo, puede que eso estuviéramos sintiendo mientras tarareábamos: miedo a la infelicidad de ciertos finales, miedo a los infiernos de la pobreza, miedo al rey y a los paraísos fiscales. Y miedo al miedo.

Una respuesta a “Miedos y canciones”

  1. MClan siempre será un buen plan a pesar del miedo. ¡Gracias!

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