Verde viento. Verde rama. Verde cotorra que vuela y sobrevive en una ciudad cada vez menos verde. Que vive y sobrevuela una ciudad de venas grises. Pero “es el vecino el que elige al alcalde”, dijo un poeta anónimo. Y qué le vamos a hacer. Es enero y toca hacerse [des]propósitos de año nuevo – que no son lo mismo que promesas, por suerte –. Toca ir a las rebajas y situarse en colas interminables que parecen coreografías a punto de empezar. Pero la música suena de fondo y nadie baila. Largas colas vayas donde vayas; caracoleantes como los precios que suben y ya veremos si bajan… Bajan los plomos de la luz: récord histórico, ¡el vatio viste de Prada! La Cañada a oscuras bajo el parche de un Millán Astray que vuelve a dejarse caer por Carabanchel. Pero es enero y aun todo puede ser. Y todo podrá ser, incluso en noviembre. Y también en noches como estas en las que, desoyendo a T.S. Elliot, arranco a escribir, aun sabiendo que la medianoche remueve la memoria como quien agita un geranio muerto. ¡Pero es enero y todo puede ocurrir! Verde viento…
Deja una respuesta